50 (Adolfo R. Gorosito, 2020) – Deseo compartir con ustedes algunos párrafos que por intermedio de nuestra amiga Stella Maris Caprile de Cadenas nos ofrece la escritora y docente Graciela Iriondo Echaide, exquisita difusora de benéfica espiritualidad: – “La tierra es la cuna de la semilla. El viento le canta el arrorró y lleva de paseo a sus hijos para que luego crezcan en otros campos. El Sol la abriga y promueve más frutos al brindarle su luz. La lluvia la refresca y alimenta ayudándola a crecer. Es toda una magia el proceso de la vida que comienza en la historia de una simple y pequeña semilla. Pero la semilla necesita de la tierra para echar sólidas raíces. Un árbol no crece en el aire, y nosotros somos como árboles. El chakra raíz en la base de la columna vertebral es soporte básico de nuestra subsistencia, nos mantiene energéticamente ligados a la tierra, a la materia. Según leyendas los gnomos habitan los bosques, trabajan el fondo de la tierra cortando los cristales que resultarán piedras preciosas, construyen plantas y flores, son muy trabajadores y hasta pueden ser vistos por los niños o por personas clarividentes”. ¿Cómo no sentirme partícipe de estas expresiones tras haber escrito tanto sobre el campo y sus cosas, soñado con la energía de la naturaleza y con misteriosos gnomos bienhechores? Cuando alguien me observo que soy reiterativo en mi protesta, creo haber respondido así: – “Otra vez y muchas otras mientras pueda, amigo, porque negligencia o mala intención contra la naturaleza nos estimulan a manifestarnos, y porque la naturaleza significa, en resumen, vital contacto con la tierra”.