29 (Adolfo R. Gorosito, 2016) – El gran pianista Arthur Rubinstein nació en Polonia y falleció en Suiza en1982 a los 95 años de edad. Hizo de su existencia una experiencia vital que es parte de la historia de la música mundial. Poco antes de su fallecimiento, aún en plena posesión de su inobjetable claridad mental, lo entrevistó un periodista español. En cierto momento del diálogo dijo el genial músico: – “Aprendo cuando escucho, no cuando ejecuto”. Una respuesta sencilla y concisa, al mismo tiempo de gran contenido de verdad que destaca su perfil. Explicó que solía concentrarse junto a un equipo reproductor para seguir minuciosamente la grabación de su más reciente concierto: – “Así es cómo aprecio mejor, percibo los errores o puntos débiles de mi interpretación, y me propongo corregir en lo posible”. Es un reflejo de su capacidad de autocrítica que nos deja enseñanzas saludables. Sobre todo surgiendo de alguien como él, que asombró al mundo con su virtuosismo, interpretando obras de los más famosos y trascendentes compositores de alta música. Según sus biógrafos solía dedicar hasta 16 horas por día a sus prácticas en el piano. Nada de su entrega superlativa era resultado de la improvisación, sino fruto de su inalterable respeto hacia los autores, el público eventual y hacia sí mismo. ¡Cuántas veces comprobamos que de algún radio receptor o de la pantalla chica surgen opiniones de dudosa credibilidad, sobre los más diversos temas! Profesionales de la palabra no vacilan en echar al aire opiniones sobre lo que saben y sobre las que saben menos… o nada. Traigo a colación una anécdota protagonizada por el gran concertista en guitarra Andrés Segovia. En una de sus visitas a nuestro país un periodista lo entrevistó en el hotel donde se alojaba, y escuchó desde el pasillo los acordes de esa guitarra asombrosa. Entonces preguntó: – Maestro… ¿si va a dar un concierto dentro de dos o tres horas por qué no descansa y se distrae? Y el maestro respondió con otra pregunta: – ¿Usted le disculparía una pifia al maestro Segovia? Seguramente me dirá que no. Por eso me preocupo, pues cada concierto es una dura prueba que debo superar…