81 (Adolfo R. Gorosito, febrero 2002) – Como ocurre tantas veces en la sucesión de Tiempo, tal vez nunca se sepa si los incendios que hieren a Corrientes fue a consecuencias de un rayo, de un descuido o de intención diabólica. Cada posibilidad es digna de estudio y deducciones, pero lo hecho… hecho está. Los incendios avanzaron como un fenómeno más que puede contener la naturaleza dejando destrucción y espanto. Es una provincia con su potencial productor agro-ganadero, agrícola y hortícola. Con su gente que alienta características culturales que la identifican. Está herida por ese tajo cruel de mil facetas que se llama incendio, agravado por otros fenómenos atmosféricos, tal es el caso de sequía y constantes vientos. Es el motivo de alerta y preocupación que contagia al conjunto de la ciudadanía. La ayuda llega desde todos los ángulos del país, aunque tal vez sean muchos los que solamente lo interpretan como espectáculo a través de los medios. No es el caso de los bomberos voluntarios de numerosos centros poblados, como el de Adolfo Gonzales Chaves, que ha enviado un grupo de efectivos para colaborar en el gran despliegue que la emergencia reclama. Decisión que merece nuestro aplauso por esa mezcla ponderable de heroísmo y solidaridad. Desastre en varios sentidos provoca esa herida abierta en la provincia litoraleña. Deseamos que muy pronto la situación esté superada y aquellos pueblos puedan mirar el presente con resignación y el futuro pletórico de esperanza.