89 La historia de Luana, una mujer que en julio de 2017 recibió un trasplante bipulmonar. El panorama del trasplante de órganos en Argentina. “En febrero de 2017 yo tenía 35 años. Estaba de vacaciones e iba caminando cuando de pronto me empezó a faltar el aire. De un día para el otro, me dijeron que necesitaba un trasplante para vivir”. La que habla es Luana, tiene 40 años, es kinesióloga y vive en la ciudad de Adolfo Gonzales Chaves (Provincia de Buenos Aires) junto a su hija Briana. El 28 de julio de ese año fue trasplantada de ambos pulmones en el Hospital Italiano de Buenos Aires. Los días siguientes a aquel episodio durante sus vacaciones, Luana recorrió varios consultorios médicos. En uno de ellos le llegaron a decir que la causa de su problema podía ser emocional, a lo que ella respondió: “Yo soy kinesióloga, conozco mi cuerpo y esto no es emocional”. Finalmente, y ante la acentuación de sus síntomas, le descubrieron hipertensión pulmonar y le dijeron que fuera urgente a la Fundación Favaloro o al Hospital Italiano de Buenos Aires. “Fui al Hospital Italiano y ese mismo día comenzaron a hacerme todo tipo de estudios y el 14 de junio de 2017 decidieron dejarme internada. Yo me desesperé porque en esa época amamantaba a mi hija, pero me dijeron que era peligroso dejarme ir porque tenía mucha presión en la arteria pulmonar y la parte derecha del corazón agrandada. El viernes 16 vino uno de los neumonólogos y me dijo ‘ya descubrimos qué tenés, es una patología de los vasos pulmonares que es muy rara: hipertensión pulmonar venooclusiva, y el único tratamiento que hay es un trasplante bipulmonar”, relata. El lunes comenzaron los estudios pre trasplante y el 7 de julio Luana ingresó en lista de espera. Luana padecía hipertensión pulmonar venooclusiva, y el único tratamiento que hay es un trasplante bipulmonar “Yo me sentía bien, pero con cada movimiento me quedaba sin aire. Ante la gravedad del caso los médicos me hablaron de hacer una ‘vía de excepción’ para que me pongan en emergencia nacional”. Finalmente, el 12 de julio Luana ingresó en emergencia nacional y el 28 de julio “llegaron” sus pulmones. La operación comenzó alrededor de las 7 de la mañana y a las 17:30 finalizó el trasplante. Luego de la operación, Luana pasó cuatro meses sin ver a su hija debido a varias complicaciones que tuvo. “No quería que Briana me viera con vías, respirador o moretones. Así que cuando estuve sin nada de eso, vino a verme desde Chaves con mi mamá”. Luana relata que al año del trasplante volvió a trabajar y que llevó una vida normal hasta que llegó la pandemia. En ese momento los médicos le pidieron que deje de trabajar y eso hizo por más de un año. Ahora trabaja normalmente, ya recibió cuatro vacunas contra la Covid-19 y en julio recibirá la quinta dosis. “Siempre con barbijo y muchos cuidados. Mi familia también se cuida mucho por mí. Es increíble lo que mi hija, que ahora tiene 7 años, aprendió sobre mi medicación y cuidados”. Donación de órganos en Argentina El caso de Luana no es un caso aislado. En Argentina, el trasplante es una práctica cotidiana. Argentina ocupa uno de los primeros lugares en América Latina en donación de órganos de personas fallecidas. En este logro mucho tiene que ver el trabajo que lleva adelante el Instituto Nacional Central Único Coordinador de Ablación e Implante (INCUCAI) para impulsar, normatizar, coordinar y fiscalizar las actividades de donación y trasplante de órganos, tejidos y células en el país. En la Argentina, cada año unas 1.500 personas reciben un órgano o tejido, pero más de 7.500 continúan en lista de espera. La concreción de trasplantes es posible gracias a los trabajadores de la salud de todo el país, el trabajo de organismos de ablación e implante, y gracias a la sociedad, por su acto solidario de donar. Según un informe del Incucai, en lo que va del año se realizaron 1.366 trasplantes de órganos y córneas. Así, 700 pacientes en lista de espera recibieron un trasplante de órganos —613 provenientes de donantes fallecidos y 87 de donantes vivos— y se realizaron 666 trasplantes de córneas. Para más datos, en los primeros cinco meses de 2022 se realizaron 477 trasplantes renales, 153 hepáticos, 39 cardíacos, 15 renopancreáticos, 12 pulmonares, 3 hepatorrenales, 1 pancreático y 655 trasplantes de córneas. Del total de trasplantes, 123 fueron pediátricos (menores de 18 años). Para Luana, hace años el tema donación de órganos generaba miedo. “Había muchos mitos sobre el supuesto tráfico de órganos, se decía que mataban gente para donar, etc. Con los años comenzó a haber más información pero siempre se dependía de la decisión de la persona o de la familia. Hoy, gracias a la Ley Justina aumentaron los donantes y por ende los trasplantes”. Según una guía elaborada por el INCUCAI, la Organización Panamericana de la Salud y la Red Argentina de Periodismo Científico, en la historia jurídica de nuestro país no se ha registrado ninguna denuncia al respecto a la comisión de delitos de tráfico de órganos. Además, un operativo de trasplante requiere una infraestructura de una complejidad tal y convoca a tantos profesionales que su realización clandestina es imposible. La Ley Justina El 26 de julio de 2018 se promulgó la Ley 27.447 de trasplante de órganos, tejidos y células que determina que toda persona mayor de 18 años sea considerada donante de órganos siempre que no haya dejado constancia expresa de lo contrario. El proyecto logró la unanimidad en ambas cámaras y estuvo inspirado en Justina Lo Cane, una niña de 12 años que, mientras esperaba un trasplante de corazón, inició una campaña sobre la importancia de la donación de órganos. El concepto de donante presunto ya había sido introducido en la Ley 26.066 del 2005 pero en esa norma se exigía que la familia declarara que no había habido ninguna otra manifestación por parte del donante, lo cual trajo dificultades en su implementación. La Ley Justina vino a saldar ese aspecto y a agilizar estos procesos, en los que el tiempo juega un rol clave. La Ley Justina también autoriza la figura de donación cruzada en donantes vivos: cuando dos personas que necesitan una donación de órganos y tienen sus respectivos donantes relacionados (por ejemplo, familiares) pero no existe compatibilidad entre ellos. La ley habilita el “intercambio” de donantes. “Esta ley fue fundamental. Hizo que aumentaran los trasplantes y muchas personas tuvieran una segunda oportunidad. Es entendible también que las familias que acaban de perder a un ser amado quieran salir corriendo cuando les van a hablar de donación, pero es un acto de amor muy grande. Esa persona querida puede salvar la vida de varias otras, que viven agradeciendo cada minuto”, reflexiona Luana. Con respecto a la espera que conlleva el proceso de trasplante de un órgano, Luana sostiene que “cuando la vida pende de un hilo puede ser muy dura para el paciente y la familia. La situación de trasplante, en espera o posterior al mismo, moviliza a todo el entorno. En mi caso, yo elegí que sea un tiempo de preparación y enseñanza. Y siempre confiar en los médicos, la transparencia del Incucai, en Dios o quien uno crea y, sobre todo, en la capacidad de uno mismo”. Este año se cumplirán cinco años del trasplante de Luana y el agradecimiento que tiene con la familia del donante, sostiene, será “eterno”. “Por ley no está permitido conocer a la familia del donante pero podemos enviar una carta al Incucai para que se la hagan llegar. Esa carta no puede tener datos personales de ningún tipo”, detalla. Por último Luana expresó lo importante que es difundir este tipo de casos “para que la gente vea más allá de las palabras, y vea a personas como yo que tenemos una vida normal o casi normal, que podemos hacer un montón de cosas gracias al amor de esa familia que ante el fallecimiento de un ser querido, nos regaló vida”, concluye. Gentileza: eldestapeweb