11 La pirotecnia no es diversión, es destrucción. Cada vez que un cohete explota en el aire, hay alguien que paga el precio: un animal que muere de un infarto, un niño que pierde un dedo, una persona mayor que no puede dormir o una familia que llora por un incendio provocado por esa “fiesta”. ¿Realmente vale la pena tanta barbarie por unos segundos de ruido y luces? Por los animales: la tortura invisible Para los animales, la pirotecnia es un infierno. Su oído, miles de veces más sensible que el humano, transforma cada explosión en una tortura. Perros y gatos huyen despavoridos, rompen puertas, saltan ventanas, se pierden y mueren atropellados. En la naturaleza, los pájaros abandonan sus nidos, las crías quedan desamparadas y la muerte se extiende en cada rincón. Todo por la “diversión” de unos pocos. Por los niños: las víctimas de nuestra irresponsabilidad Cada año, las urgencias hospitalarias se llenan de niños mutilados, quemados y traumatizados por la pirotecnia. Niños que nunca volverán a tener una vida normal, todo porque los adultos decidimos que el espectáculo valía más que su seguridad. Si amas a tus hijos, aléjalos de los fuegos artificiales antes de que el daño sea irreversible. Por la salud de todos: aire tóxico y mentes dañadas La pirotecnia envenena el aire con partículas tóxicas que agravan enfermedades respiratorias. Además, provoca ataques de pánico en personas con autismo, trastornos de ansiedad o estrés postraumático. No es solo “ruido”; es un ataque directo a la salud de quienes no tienen voz para defenderse. ¿Y el planeta? También lo destruimos Cada explosión libera metales pesados que contaminan el agua, el suelo y el aire. Cada celebración con pirotecnia es una herida más para un planeta ya moribundo. Basta de excusas: hay alternativas No necesitamos la pirotecnia para celebrar. Existen espectáculos silenciosos, shows de luces y formas de festejar que no implican sangre, miedo ni destrucción. La tradición no justifica el daño; el entretenimiento no vale más que la vida. Es hora de decir basta. Cada vez que eliges pirotecnia, eliges el sufrimiento de los más vulnerables. Cambia tus acciones y obliga a tu entorno a hacerlo. Que las próximas generaciones hereden empatía, no cenizas.