1 No hay palabras suficientes para agradecer. A todos. A los que estuvieron, a los que donaron, a los que cargaron cajas con manos temblorosas por la emoción y el cansancio, a los que manejaron kilómetros sin dormir, a los anónimos que, sin esperar nada, lo dieron todo. Ustedes son los verdaderos héroes de esta historia. Eran las seis de la mañana. Aún la noche abrazaba al pueblo cuando dos camionetas, dos furgones y carros cargados hasta el límite comenzaron el viaje. Diez personas, diez almas latiendo por un mismo propósito: ayudar. Bolsas de ropa, frazadas, colchones, pañales, comida, artículos de limpieza y hasta alimento para los perros, esos compañeros fieles que también sufren la tragedia. No alcanzaban los brazos para tanto amor. No fue una sola campaña. Fueron muchas. Primero, los camiones partieron con lo donado, cargados de esperanza. Luego, Marcos Di Palma atravesó cada localidad como un torbellino de solidaridad, llevando ayuda y sumando corazones. Gonzales Chaves no quedó afuera. No podía quedar afuera. Esa locura, esa locura hermosa que movilizó a miles, quedará grabada en la historia. Pero para Gonzales Chaves, nada era suficiente. Porque cuando un pueblo sufre, no hay límites para la ayuda. Se siguió juntando, se siguió entregando, y cada vez que alguien llamaba, los corazones chavenses respondían. Y volvían a responder. Hasta que ya no quisieron esperar más. No alcanzaba con mandar lo recaudado. Ellos mismos fueron. Salieron con sus propias manos, con su propia voz, con su propio amor a entregar lo que hacía falta, cara a cara, abrazo a abrazo. Y esa entrega, esa entrega directa a las familias que lo habían perdido todo, es algo que jamás se olvidará. La solidaridad también vino de todos lados, de De la Garma, de Juan Eulogio Barra, de la estación Vásquez, y de todos los que colaboraron y trabajaron codo a codo. Personas como Julio Romagnoli, Perla Souto, Roque Peralta (Bombero Voluntario), Mariano Fortunato, Pampeano Novoa, Mirna, Carlos Caprile (Jefe de Bomberos), Juan Manso (Liga de Comercio), Cristian Mariani, Sabina Schwedt y Isaías Sasiain, cuyos esfuerzos y compromiso fueron claves para que esta cruzada no fuera solo un sueño, sino una realidad palpable para tantos. Gracias, a todos a todos por ser el reflejo de la esperanza que nunca se apaga. fueron parte fundamental de esta cruzada, acompañando en este viaje de esperanza, de reconstrucción y de amor. Villa Harding, 17 de Agosto, Villa Derbi, Viajantes del Sur, Estela Maris, Celarrayán, 1 de Mayo. Barrios donde las calles mojadas contaban historias de desesperación. Miradas perdidas, pasos cansados, casas que antes fueron hogar y ahora eran escombros. Pero la ayuda llegaba, una y otra vez, como un abrazo en medio del frío. En la ruta, el tráfico no era de autos impacientes. Era de esperanza. Gente que iba, gente que venía, manos que se cruzaban en el camino, todas con el mismo destino: Bahía Blanca. Isaías Sasiain, uno de los impulsores de esta cruzada solidaria, apenas podía hablar. “No es lo mismo verlo en la televisión que estar acá. No es igual ni parecido”, dijo con la voz quebrada. Porque la pantalla no muestra el olor a barro. No muestra el sonido de un niño buscando su juguete entre los escombros. No muestra la mirada de una madre que lo ha perdido todo y aun así agradece. Gonzales Chaves fue uno de los tantos distritos que dijeron presente. Porque cuando el agua arrasa con todo, lo único que nos queda es la humanidad. Y esa es la riqueza más grande que tenemos. Los bahienses jamás olvidarán lo que pasó. Nunca. Porque ahora, cada vez que el cielo se cubra de nubes y caigan las primeras gotas, el miedo volverá. Pero también renacerá la certeza de que no están solos. Que cuando la tormenta pase, siempre habrá manos tendidas, listas para reconstruir lo que el agua quiso llevarse. Hoy, más que nunca, sabemos que la solidaridad no se inunda. La solidaridad flota, se sostiene, se multiplica. Y salva.
