40 (Adolfo R. Gorosito. mazo 2019. Contacto argorosito@eternet.cc) – Desde el Gobierno Nacional se reconoce que la inflación es una verdad incontrastable, y que pese a esperanzados anuncios por algún resquicio escapa siempre la intención de control. El “resquicio” puede compararse a un dique roto. Como simple observador de las inquietudes cotidianas creo oportuno ofrecer una opinión, seguramente compartida por muchos. Esa opinión señala uno de los argumentos de lo que menos se habla: la cadena comercial. Los intermediarios que le pagan al productor frente al precio que los productos alcanzan en las góndolas… ¡es realmente impresionante! Lo podemos comprobar en nuestras compras de cada día. Por un mismo producto (marca, tamaño o peso) pagamos precios diferentes y quedamos desconcertados. Nuestros comerciantes compran a su vez la mercadería, prácticamente sin margen para una oferta más conveniente. Y son varios los intermediarios: mayoristas, fraccionadores, embaladores, transportistas, y otros factores de inevitables gastos. Ese es el control que está faltando, a lo que debemos sumar la inestabilidad del dólar y su incidencia en la desvalorización de nuestra moneda. ¿A quién se le va la mano al establecer precios de artículos para el consumo cotidiano? La respuesta puede interesar a nuestros comerciantes, quienes tienen derecho a reclamar ante las instituciones que los nuclean para que intervengan y reclamen, porque los comerciantes también están incluidos en este desbarajuste cotidiano. La reducción del consumo es una de las consecuencias inmediatas. El precio que establecen los intermediarios refleja el “¡Sálvese quien pueda!”, sin dar lugar a la sensibilidad que es necesaria para comprender, sobre todo a quienes menos tienen. El control de precios debe constituirse en arma pacífica y redentora, en cada uno de los niveles de decisión.