40 (Adolfo R. Gorosito, junio 2019) – Cada 2 de abril de 1982 recordamos la maniobra de recuperación de nuestras Islas Malvinas, que fue frágil, erróneo e inoportuno, recurso del gobierno de facto de aquel momento. La rendición de nuestras tropas que intervinieron en la denominada Guerra de Malvinas ocurrió en la noche del 14 de junio de 1982. En cada aniversario recordamos a los compatriotas que combatieron, y con especial fervor a los caídos para siempre en la confrontación. Desde entonces se han sucedido varios procesos de reclamo y gestiones por la devolución de las Islas Malvinas, a las que consideramos patrimonio nacional. Pero seguimos perdiendo en cada confrontación de argumentos como perdimos en el escenario bélico, o al menos el tema se tira hacia adelante, como si el tiempo no fuese importante en la trayectoria de los pueblos. Mientras tanto Inglaterra prolonga el estado de usurpación que se inició en 1833. Entonces crece lentamente, como amarga obstinación, la sorpresa que emana de otro tipo de gestiones, con muy escasa o nula información hacia la ciudadanía: presuntos acuerdos comerciales entre nuestro país y Gran Bretaña, de cuya verdadera dimensión tampoco se nos informa. Según publicaciones recientes son varias las empresas británicas que exploran aquella región continental en torno a Malvinas, con las ventajas que otorga el poderío bélico y económico de las grandes potencias, en aquel punto geográfico con los mares del sur como acceso inmediato hacia nuestra lejana Antártida. Imposible mayor estrategia geopolítica. ¡El pueblo quiere saber, no ya lo del Cabildo de 1810 sino sobre presuntos contratos de trascendencia internacional con nuestros recursos naturales como nuevo objetivo de la vieja usurpación!