49 (Adolfo R. Gorosito, 2019) – Sería ideal que las discusiones en general (especialmente sobre política) se desarrollaran con la exposición alternada de las respectivas opiniones de los protagonistas, sin que aparezcan de improviso alteraciones del ánimo o expresiones ofensivas, Hace poco he leído un párrafo que deseo compartir: – “Fanatismo es un rígido apego al conocimiento agregado a una intolerancia excesiva frente a puntos de vista contrarios a los de uno. Cualquier cosa que contradiga o cuestione la sostenibilidad de una creencia es una amenaza directa, y un fanático la defenderá a toda costa. Prejuicios, intolerancia y violencia son los instrumentos que usa el fanático para imponer su opinión. Una persona fanática está exageradamente enraizada en sus creencias y sus conocimientos. Se vuelve inflexible y tal conducta domina su voluntad”. Seguimos con otras consideraciones en torno al fanatismo. En muchas ocasiones se abusa abiertamente del concepto “derecho a la libertad de expresión”. Con el supuesto amparo que otorga el término, solemos ver por la pantalla chica a personajes que crean ambientes de antagonismo, califican u ofenden a quienes no piensa como ellos. Es otra faceta crítica. Esa predisposición agresiva no es ingrediente insoslayable de la temática política. En lo que se refiere al deporte, encontraremos infinidad de casos que ponen en evidencia esa conducta fanática que hace bien a pocos y hace mal a muchos. Y así en otros rubros de la vida cotidiana. Echamos al aire una aspiración idealista y por lo tanto quimérica: Que defendamos nuestras convicciones con argumentos sólidos y con rigor es admisible, pero aplacando los ímpetus del fanatismo, continente de la intolerancia que amplía grietas, irremisiblemente.