Agradecimiento a mi amigo

Llego otro 26. Trece meses de aquel día.

Te escribo para que sepas todo lo que me has ayudado. Uno se da cuenta  o empieza a conocer a quien tiene más cerca cuando sufrimos alguna necesidad.

Posees la particularidad de conocer cada paso que doy, reconocer si estoy triste, contenta, lo que pasa por mi mente desde que abro mis ojos hasta que los cierro.

No vuelves atrás y tampoco te detienes, caminas a tu ritmo, aunque a veces pareciera que te  estancas.

Das vida llena o vacía sin ser culpable de lo que ocurra. Me enseñas que tu valor, según como lo utilicemos, se gana o se pierde, se resta o multiplica y que somos parte de un resultado: como lo vivimos.

Escuchas todas mis preguntas, algunas la responde otras no. Algo que me gusta: no me da la razón por dejarme conforme. Sos muy sabio.

No curas nada porque sabes que no hay medicación para las heridas del alma…tu tarea implica que aprenda a entender y acostumbrarme a que algunas cosas han cambiado y es necesario comenzar a aceptarlas.

No desmerezco a  ningún amigo que quiera ayudarme pero bien que decís:  hay muchos tipos de personas que pasan por la vida, hay dos con las cuales debes tener mucho cuidado, las que te hacen perder el tiempo y las que te hacen perder la noción del tiempo.

Busco seguir tu consejo, darle tiempo a Dios, Él actúa, ni antes ni después, en el momento justo.           .

Por todo esto es que le escribo a mi gran y preciado amigo,  llamado “tiempo”. Ese que  está, que no te abandona ni un minuto, siempre en silencio, actuando con astucia, su inteligencia va más allá de todo. Me repite mil veces las cosas: no mires atrás, ¿cuánto tiempo paso?, mira hacia delante y veras cuánto menos falta.

No por eso he aceptado todo y tengo en claro que falta más de lo que imagino…pero como él sabe que lo que necesito más que él a mi…su consejo…no pongas todo el pasado en una pieza ni cierres la puerta. Por más que tires la llave para no volver abrir, el viento y yo –el tiempo-podemos volver abrir y volver a ponerte a prueba. El pasado siempre vuelve. Es necesario, para estar preparados, masticar bien antes de tragar de lo contrario no se digiere.

Como todo, solo quiero dejarlo escrito,  por si algún día ya no estoy. Dejare en tus manos y las de Dios  lo más sagrado, mis hijos. Deseo que les cuides y protejas. Que me des una señal, si en algún momento,  algo de lo que tengo dentro de mí se cumple.

Me seguís enseñando el valor de la vida…a través de mi hijo, un valiente, que junta sus propios pedazos y cada día se arma solo. No hay que hacerse cargo de las actitudes de los demás, hay que ser paciente y no ir tan de prisa.

El tiempo le quitará la máscara, esa imagen que por la situación se armó para poder seguir mirándose.

Gracias amigo –tiempo- por todo lo que sos. Como Dios nunca me abandones. He puesto toda mi fe y esperanzas en ambos. Por todo lo me estás ayudando a entender y por lo que falta, te respeto tanto.

Recién llegados de otro viaje.

Con la esperanza y la fe en el próximo porque puede haber otras novedades. Hasta la próxima carta.

Elsa Acosta de Lobos
DNI 17.043.643

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