42 (Adolfo R. Gorosito, febrero 2018) – Dos terceras partes del planeta Tierra están cubiertas por las mismas aguas de las cuales nacieron todas las formas vivas que conocemos. Apenas un 3% del agua de en nuestro planeta es potable, y de ésta el 99% se encuentra en forma sólida en los casquetes polares u oculta en las entrañas de la tierra. He leído que “el ser humano está hecho de agua, elemento imprescindible. El ser humano, desposeído del agua, se reduce a unos pocos kilos de sales”. Dijo el biólogo Claude Bernard: “Cuando el hombre salió del mar, se llevó el océano consigo”. Científicos modernos sostienen que los ritmos y los ritos de la Naturaleza, forman parte de un super organismo viviente, que los antiguos griegos llamaron Gea. Ochocientas veces más densa que el aire, el agua es la única sustancia que, al congelarse, pierde peso. Si fuera al contrario, las aguas marinas se solidificarían y derivarían hacia el fondo, destruyendo la vida. Al permanecer en la superficie protege la vida del océano, permitiendo la favorable evolución de los organismos vivos. Los científicos intentan explicarse en los laboratorios las causas de la dinámica del agua y su misteriosa estructura molecular. Apenas hemos empezado a asomarnos al misterio. Rudolf Steiner (1861-1925), célebre creador de la Antroposofía, concedía también una extrema importancia al agua, aplicando sus esquemas fluídicos y energéticos a la agricultura, la medicina, al lenguaje y a la expresión corporal. Leonardo Da Vinci sintió durante toda su vida una fascinación casi obsesiva por el líquido elemento; el eterno movimiento del agua es una constante en su obra, particularmente en sus últimas creaciones. Pensemos en todo esto cuando dejamos fluir libremente el agua de un grifo, mientras en muchos lugares del planeta los grupos originarios deben dedicar sus vidas a buscar, defender o preservar el líquido elemento, sinónimo de Vida.