36 (Adolfo R. Gorosito, dic. 2019) – En reciente programa radial los oyentes eran invitados a participar, refiriendo algún recuerdo especial directamente vinculado a Navidad. Una señora manifestó que cuando era niña esperaba ansiosamente a Papá Noél y sus regalos adhiriendo a la festividad. Entonces recordé que cierta vez escribí para esta misma columna un artículo sobre este tema y busqué en mi archivo. Estimo que cuando la oyente era niña no había llegado el apogeo popular del legendario visitante de rojo ropaje y barba blanca. Navidad tenía al Niño Jesús como motivo mayor en cuanto a fe, esperanza y alegría en los corazones. Ese manojo de emociones ha “desbancado” al objetivo espiritual del acontecimiento. Vayamos a un fragmento de lo que expresé en diciembre de 2011 bajo el título “Demasiado Papá Noél”: – “En muchos países americanos y europeos ha ganado terreno el simpático Papá Noél, según una leyenda nacida en los bosques de Finlandia ¿Cómo no ser bien recibido un legendario personaje que en cada Navidad llega a todos los pueblos ofreciendo regalos y su paternal abrazo? Pero como ocurre en otros estamentos de la vida este fenómeno cultural provoca confusiones en lo estrictamente confesional. Desde días previos a Navidad se habla de Papá Noél con mucho entusiasmo, provocando el desplazamiento del personaje principal e inalienable de la cristiandad. Nuestras convicciones cristianas pasan a segundo término: nada más y nada menos que el nacimiento de Jesús, cuyas enseñanzas nos dan herramientas para vivir mejor, con dignidad y grandeza de espíritu”.