Interes General Argentina: cuando la política promete soluciones que nunca llegan Andres27/11/202500 views En la Argentina, la política se ha vuelto el arte de prometer soluciones que nunca aparecen. Cada campaña electoral es un desfile de diagnósticos brillantes, planes perfectos y fórmulas mágicas. Pareciera que todos tienen claro “cómo se arregla el país”, pero cuando finalmente ocupan el sillón donde deberían aplicarlo, la solución se evapora. Y viceversa: quienes no gobiernan insisten en que todo sería distinto si ellos estuvieran al mando. El péndulo eterno entre lo que se dice y lo que se hace se ha convertido en un rasgo casi cultural de nuestra dirigencia. El gobierno anterior dejó un país agrietado por la inflación, el desgaste económico y la pérdida de confianza. Los números fueron explícitos: el INDEC registró una inflación anual del 211,4% en 2023, y el propio ministro Massa admitió en cadena nacional: “La inflación es un enorme fracaso de la Argentina como país”. No fue una declaración partidaria, sino un diagnóstico de realidad. Lo que se prometió corregir terminó profundizándose. El gobierno actual asumió sobre ese terreno desnivelado y eligió un camino de shock: recorte del gasto, liberación de precios y una redefinición radical del Estado. El Presidente lo sintetizó el día uno: “No hay plata”. La frase cayó como un baldazo, porque detrás del sinceramiento llegó un ajuste que golpeó fuerte en la calle. La apuesta es ordenar para crecer, pero en el mientras tanto, la gente soporta la caída del poder adquisitivo y la incertidumbre sobre el futuro inmediato. Y entonces resurge la pregunta que atraviesa generaciones: ¿A quién le importan realmente los argentinos? Porque mientras los gobiernos cambian y las promesas también, la vida cotidiana se vuelve más difícil. La politóloga María Esperanza Casullo lo dijo con dureza: “La Argentina no tiene un problema de diagnóstico; tiene un problema de ejecución”. Las ideas sobran; lo que falta es capacidad de llevarlas a la práctica sin que el país entero quede en el medio del experimento. La verdad es incómoda, pero innegociable: la política argentina habla mucho de “la gente”, pero muy pocas veces actúa como si la gente fuera prioridad. Para algunos, el Estado siempre debe intervenir más; para otros, intervenir menos. Pero pocas veces se discute cómo lograr que cualquier modelo, del color que sea, mejore la vida real del ciudadano de a pie. Queda entonces la sensación —cada vez más extendida— de que los argentinos estamos atrapados en un juego donde siempre prometen que “ahora sí viene la solución”, pero el resultado termina siendo el mismo: urgencia, ajuste, improvisación y decepción. Como si el país entero estuviera condenado a escuchar discursos brillantes mientras la vida se encarece y las esperanzas se reducen. La pregunta final es brutal pero necesaria: si todos dicen tener la solución, ¿por qué ningún gobierno logra aplicarla? Y más todavía: ¿a quién le importa de verdad que este país salga adelante? Hasta que esas preguntas no tengan respuesta, la Argentina seguirá caminando sobre la misma cornisa que la política insiste en maquillar con frases épicas.