Regionales Salud Cuando la salud se ahoga: hospitales inundados y la indiferencia del poder Andres07/03/2025012 views La lluvia no avisa, no pregunta, no espera. Llega y golpea con furia. Pero lo que debería ser solo un fenómeno natural se convierte en tragedia cuando encuentra hospitales desbordados, techos que lloran y salas de emergencia convertidas en lagunas. Es la postal del abandono, el retrato de un sistema que hace agua—literalmente—mientras quienes deberían cuidar de él miran hacia otro lado. Las imágenes que circulan en redes y los testimonios de pacientes y trabajadores de la salud son desgarradores: pasillos con charcos, camillas rodeadas de agua sucia, goteras que caen como una sentencia sobre aquellos que buscan alivio. En estos hospitales no se combate solo la enfermedad, sino también la desidia, la negligencia, el olvido. “Cada vez que llueve fuerte, sabemos que algo se va a romper, que vamos a tener que correr para salvar equipos, para secar los pisos y evitar accidentes”, cuenta un enfermero con resignación. “Pero lo peor es ver a los abuelos con frío, a los niños tosiendo en camas empapadas, a la gente llorando porque siente que los están dejando morir”. No se trata de una situación nueva ni inesperada. Es el resultado de años de desinversión, de presupuestos mal utilizados, de obras prometidas y nunca cumplidas. Y en el medio, los pacientes: los que no pueden elegir, los que dependen de un sistema que se hunde bajo la tormenta y bajo la irresponsabilidad de quienes deberían protegerlo. En una de las salas, un anciano con fiebre tiembla bajo una frazada mojada. Una madre sostiene a su bebé contra su pecho, intentando mantenerlo seco. Un doctor pisa un charco y se agarra la cabeza: su consultorio está inundado. “No hay con qué trabajar, pero seguimos, porque abandonar sería dejarlos morir”, murmura con los ojos rojos de impotencia. Mientras tanto, los funcionarios, cómodos en sus despachos secos, repiten discursos vacíos. Hablan de “proyectos en marcha”, de “gestiones en proceso”, de “compromiso con la salud pública”. Pero en los hospitales, el único compromiso visible es el de los médicos, enfermeros y personal de limpieza que hacen lo imposible para que la atención no se detenga, para que la dignidad de los pacientes no se ahogue junto con el agua de lluvia. Y así seguimos, con hospitales inundados y corazones rotos. Porque no hay paraguas que cubra la indiferencia, ni drenaje que pueda con tanto abandono. Porque cada gotera es una lágrima de los que sufren, y cada charco es un reflejo de un país donde la salud se ahoga, y nadie extiende la mano para salvarla. Las imágenes más dolorosas son las de Neonatología: una sala inundada, incubadoras rodeadas de agua, bebés indefensos en medio de la tragedia. Porque no hay lluvia más cruel que la que moja a los que recién empiezan a vivir. Hospital Penna, Bahía Blanca