93 (Adolfo R. Gorosito, abril 2023) – Transcurrieron enero, febrero y marzo del año 2023. Avanzamos a todo ritmo en el siglo XXI, y el detalle tal vez pase desapercibido para los más jóvenes, pero es muy significativo para los que somos mencionados gentilmente “adultos mayores”. Transcurre el año número 23 de este nuevo siglo, y solemos recordar una curiosidad que obviamente suena a ridículo: cuando estaba finalizando el siglo XX algunos agoreros afirmaban que simultnemente se estaba sellando la finalización del mundo, sin definir si se trataba de un cataclismo universal o de la extinción de la Vida. Algo parecido ocurrió al finalizar el siglo XIX y quizás antes, como fruto de exacerbado derrotismo. Los temores generacionales se repiten, y actualmente flotan dudas que se afirman en la ciencia y en la realidad de acontecimientos provocados por la naturaleza o por errores de la humanidad, que se empecina en errar derroteros y crea tales dudas que sella y ratifica la ambición desmedida. Pensemos en dos realidades que alimentan aquellos temores ancestrales: el cambio climático con sus consecuencias incalculables, y las guerras que sacuden al mundo entero y que nosotros afortunadamente observamos desde lejos (¡O no tanto!). Es un privilegio suficiente para creer, pese a todo, en un futuro generoso en entendimiento, tolerancia, auténtica determinación de paz, sin oscuros anuncios de cataclismos que los calendarios humanos no captan todavía.