Hay vínculos que no necesitan palabras para ser eternos. Hay historias que se escriben con la mirada, con una cola que se agita, con la compañía silenciosa de un ser que, sin hablar, lo dice todo. Así fue Pirata, el perrito que llegó a la vida de Ulises Lasa y su esposa Angélica a comienzos del año 2000.
Una amiga le ofreció a Angélica un cachorro. En ese entonces, no tenían mascotas, pero algo en aquel animalito la conmovió. Tenía un ojo negro, como un parche, y por eso lo llamaron Pirata. Desde ese instante, se convirtió en uno más de la familia. No era solo un perro, era compañero, testigo de momentos cotidianos y aventuras familiares.
A Pirata le gustaba viajar en auto, parado en el espejo, con su cuerpito al viento, robándose las miradas y las sonrisas de todos los que lo veían pasar. También solía acompañar a Ulises en moto, parado en el volante, sorprendiendo a vecinos y vecinas de Chaves, que aún hoy lo recuerdan con ternura y admiración.
Pirata fue alegría, fue ternura, fue presencia. Y cuando llegó el momento de partir, su ausencia dejó un silencio hondo. Pero el amor no muere: se transforma. Ulises, con el corazón lleno de recuerdos, le compuso una canción: “Mi perro Pirata”, un homenaje sentido que mantiene vivo su espíritu.
Porque los perros no son solo mascotas. Son parte de la historia de una familia. Y hay amores, como el de Pirata, que no terminan jamás.