49 Adolfo R. Gorosito, abril 2017 / Desde el 2014 me he referido en varias ocasiones, en esta columna, a los ataques de terroristas del Estado Islámico denominado oficialmente ISIS, organización extremista que provoca matanzas de civiles en diversos países, como demostración de un poderío que aparentemente no tiene fronteras suficientes. Los fanáticos religiosos que azotan al mundo sin más consignas que su milenario e intransigente credo, han motivado un espacio de guerra sin limitaciones en forma y tiempo. Es real la impotencia que sentimos desde el llano. Nuestros llamados por la paz y la comprensión seguramente no trascienden nuestra región. Pero es positivo expresarnos, demostrar que conocemos lo que ocurre en otros planos del mundo, y que repudiamos fanatismo y crimen, que van de la mano. Los más recientes ataques del ISIS se registraron en Egipto, provocando muerte y destrucción, especialmente en la comunidad cristiana que pervive en el legendario país. Los centros de operaciones de los terroristas son transitorios, difíciles de detectar, y la impunidad se prolonga indefinidamente. Precisamente el Papa Francisco I viajará a El Cairo el 28 de este mes días, y así lo confirmó después del artero y más reciente ataque. Explicó que en su visita intentará el diálogo. Los extremistas y fanáticos no tienen idea del diálogo o no la quieren tener. Mientras tanto los católicos respiramos aún en el clima de emociones y reflexión que reclama la Semana Santa. Es el supremo mensaje de Jesús por amor a la humanidad, pese a las actitudes de intransigencia, odios y crueldad cuyo efecto sobre el entendimiento y la sensibilidad de los cristianos persiste en el transcurso de los siglos. Como la palabra de Cristo reafirma su entrega a la voluntad del Padre, es probable que la determinación de realizar el viaje a Egipto pese a los peligros que encierra, sea prueba irrefutable de fe en su ademán de pastor de almas. Ojalá lo interpreten cabalmente los profetas de la violencia y de la intransigencia, y que la augusta visita abra el camino hacia una pacificación siempre huidiza, e inaugure una era de sobrevida y esperanza para los pueblos que más sufren en esta instancia. Será muy difícil materializar este buen deseo, porque grandes potencias intensifican su rol beligerante. Tanto es así que Francisco I ha dicho hace muy pocos días que una tercera guerra mundial podría aniquilar a la especie humana.