48 (Adolfo R. Gorosito, 2018) – En cierto video que está circulando aparece un joven bien parecido, vestido con jean, campera y calzado deportivo. Camina por una calle céntrica de Buenos Aires, ayudado con una muleta. Parece que sufre algún impedimento en su pierna derecha. De pronto cae en la vereda. Rápidamente varios peatones acuden a ayudarlo, demostrando espontánea solidaridad. El joven agradece y sigue con su paso irregular, apoyado en su muleta. El mismo protagonista cambia de ropaje: pantalón, campera y zapatillas evidentemente muy usados. Lleva una manta, una bolsa y su muleta. Aparenta ser un carenciado. De pronto cae y queda tendido en la vereda. Los transeúntes miran con sorpresa, eluden el obstáculo (muleta, atado de ropas, la manta… y el hombre), apuran el paso y siguen su camino. Varias veces repite la escena, la gente no repite el gesto solidario del primer caso. Otro hombre joven que estaba sentado sobre algunas hojas de diario (otro indigente) acudió en ayuda. ¿Cómo actuarías ante un caso similar? ¿Te importaría la apariencia de la persona en emergencia, o ejercerías la sagrada facultad de estar junto al prójimo en el momento preciso, sin actitudes hipócritas? // Situaciones parecidas o comparables se repiten en la vida. Cierta vez caminábamos por calle Castelli, barrio del Once. En una esquina nos sorprendió un hombre tendido junto al cordón de la vereda. Ante mi espontánea actitud de ayuda uno de mis compañeros del grupo me tomó del brazo, y seguimos. Pregunté la razón de su actitud, y explicó claramente: – “No tenés idea del laberinto burocrático que habríamos de atravesar, simplemente por ser testigos. ¿Testigos de qué?… preguntarás, y es difícil precisarlo. Mientras, se nos escaparía el tiempo disponible, irremediablemente”. Me pareció percibir el hálito helado del “¡No te metás!” tan habitual en la Gran Ciudad.