Cultural El mural que guarda la memoria: una obra que transforma el dolor en arte y homenaje Andres03/07/202509 views En una pared del Colegio Nacional de Adolfo Gonzales Chaves, hoy se alza algo más que colores y formas: se alza la memoria. La artista visual Florencia Díaz, oriunda de esta misma tierra, regresó desde La Plata —donde reside y trabaja como muralista y docente— para dejar una huella imborrable. Invitada por la agrupación de excombatientes Ve.Co.Se., tomó los pinceles con el compromiso de transformar los recuerdos, los silencios y las voces de la guerra en un mural que rinde homenaje a los caídos y a los sobrevivientes de Malvinas. Esta no es una pintura más. Es el resultado de semanas de escucha, empatía y profundo respeto. Florencia no improvisó. Esperó su momento. Quería sentirse preparada para abordar un tema tan delicado. “Lo quería tratar bien, con la mayor información posible”, dijo. Cuando sintió que era el tiempo indicado, contactó a Tato Cejas, uno de los impulsores de la iniciativa, y se puso en marcha. Los primeros trazos los dio con la ayuda de su pareja, Lucho, también muralista. Después, siguió sola. Desafiando el frío y el viento, dejó que el alma de las historias se impregnara en cada brocha. “La idea del mural surgió a partir de audios que me mandaron los soldados movilizados de acá de Gonzales Chaves contándome su experiencia”, relató. Lo que más la conmovió fue la desinformación que los jóvenes soldados tenían en aquel entonces: muchos se enteraban de que iban a una guerra en pleno viaje, a través de una radio escondida en un tren o por comentarios entre compañeros. Ese relato fue el corazón del mural: una radio en la obra representa ese instante de confusión. También aparece un diario, como símbolo de lo poco que se sabía y de lo mucho que se vivía en silencio. En otra escena, dos mujeres se destacan en la imagen. Son enfermeras. Fueron parte de la guerra, atendieron heridos, curaron cuerpos y almas, pero durante mucho tiempo no fueron reconocidas como veteranas. El mural también les da su lugar. Y al fondo, majestuoso y triste, el crucero ARA General Belgrano. Fue hundido en una zona en la que no debía ser atacado, por decisión directa de la corona británica. Esa injusticia, ese dolor, tenía que estar. Por eso está. Y por eso impacta. Sobre la cubierta del buque, tres soldados sostienen banderas argentinas. Entre ellas, una frase que aún no se terminó de pintar, pero que ya se graba en el corazón de quienes observan: “Ahora y siempre, los soldados de Malvinas presentes”. El mural no es solo una obra de arte. Es una conversación silenciosa con el pasado. Una invitación a mirar, a recordar, a preguntar. Como dijo Tato: “La idea es que un chico pase con su madre, vea el mural, pregunte: ‘¿Mamá, qué es eso?’ y que ella sepa explicar que eso es historia. Es memoria. Es lo que nunca debe olvidarse”. “Hablar desde la imagen, pero con la palabra de los soldados” Para mí, este mural fue mucho más que un trabajo artístico. Fue una búsqueda, un desafío profundo y humano. Quería rendir homenaje a los soldados caídos en Malvinas (nuestros héroes) y a los movilizados de mi pueblo, Adolfo Gonzales Chaves. Pero no desde la épica de la guerra que a veces nos enseñan. No. Quería hablar desde otro lugar: desde ellos, desde lo que sintieron, desde sus silencios y sus palabras. Ahí encontré la clave: hablar de los soldados desde la imagen, pero con la voz de quienes estuvieron ahí, los que volvieron, los que aún cargan con esas heridas invisibles. Porque no se trata de reivindicar la guerra —ni esta ni ninguna—. Una guerra, al fin y al cabo, nos deja pérdidas a todos. Y mucho menos podía yo homenajear algo que fue orquestado por la última dictadura cívico-militar, una etapa oscura y sangrienta que no debemos olvidar para que jamás se repita. Entonces, ¿cómo hacerlo? ¿Cómo rendir homenaje sin caer en la trampa de glorificar la guerra? Ese fue mi mayor desafío. Y la respuesta apareció cuando empecé a escuchar a los soldados, cuando pude mirar a los ojos a los que estuvieron movilizados, cuando entendí que su historia necesitaba ser contada con respeto, con verdad y con memoria. Este mural es eso: un intento de darles un lugar. Un espacio donde puedan ser vistos, recordados, abrazados desde el arte. Como hijos, hermanos, vecinos. Como jóvenes que vivieron algo que no eligieron, pero lo hicieron con honor a su patria, en un contexto que los marcó para siempre. Mi intención fue poner en primer plano sus relatos, no los discursos oficiales. Que la imagen hable, sí, pero que hable con su voz. Florencia es @flore.de.noche, nombre con el que también se la puede encontrar y contactar a través de Instagram. Tal vez porque, como las flores que se abren en la oscuridad, su arte también florece en el silencio, en el respeto, en la memoria de aquellos que no volvieron y de los que siguen llevando la guerra a cuestas. Hoy, el mural ya vive en esa pared, pero también en cada mirada que se detiene, en cada lágrima que se escapa, en cada historia que vuelve a contarse. Porque recordar no es quedarse en el pasado. Es honrarlo. Y sobre todo, es no repetirlo. Las Malvinas fueron, son y serán Argentinas.