46 (Adolfo R. Gorosito, junio 2019) – Recurro a datos enciclopédicos que ayuden a esta información. Silencio es la ausencia total de sonidos. Ayuda en pausas reflexivas que sirven para tener más claridad al momento de hablar, es decir al momento de interrumpir esta maravillosa facultad humana. Si viviésemos en absoluto silencio no podríamos apreciar las bondades y alcances del sonido. Tiene sentido especial en la Música, pues más allá de la simple puntuación puede aplicarse intención dramática. En literatura solemos encontrar interpretaciones admirables sobre las posibilidades que otorga el silencio como elemento físico que incursiona en la espiritualidad de quien domina esa instancia. Este es un fragmento de notable reflexión del filósofo contemporáneo Santiago Kovaldoff: – “El último silencio. El de esas personas mayores que comparten la mesa de un bar durante horas, sin intercambiar una palabra. Ya han hecho su pedido usual al mozo, el previsible pedido de siempre. Solo por costumbre el mozo se acerca a ellos para recibir, precisamente, ese pedido. Ahora aguardan lo único que parecen esperar: el módico café que suelen sorber lentamente, perdida la mirada de cada uno en un punto indefinido. Abstraídos, más que ausentes, nada los arranca de su silencio de piedra, de la brutal frontalidad de su mutua indiferencia. Solo parece unirlos, al cabo de los años, el hilo férreo de la costumbre. Es el silencio propio de dos vidas consumidas que se prolongan vacías en el tiempo”. La fórmula para vivir mejor está en el permanente ejercicio de la mutualidad que no se abona precisamente en el silencio, si el silencio es triste consecuencia de la rutina.