JUEGOS TRÁGICOS

(Adolfo R. Gorosito, febrero 2025) – Los años de mi niñez coincidieron en el tiempo de la Segunda Guerra Mundial. Los chicos de entonces vivíamos en ambiente de emociones violentas,  bajo la influencia de los diarios. No abundaban todavía los aparatos de radio, y no estaba aún la inimaginable maravilla de la televisión.

      El tema predominante entre los adultos era la guerra que se desarrollaba en Europa,  y sus consecuencias en todo el mundo. Los “guerreros” desde el terreno baldío más cercano pasábamos a la “tregua” sin firmar pactos de carácter diplomático. Después volvíamos a las imaginarias trincheras o prolongábamos nuestra breve deserción a causa de algún “mandado      El tema de los conflictos bélicos se ha “naturalizado” tanto que no medimos en dimensión siquiera imaginada, y el “alto el fuego” no se traduce en coincidencias sino en engañosa actitud de paz, para reanudar después la lucha con armas más letales todavía.

      Cuando jugábamos a la guerra nos amparábamos en la tregua. Hoy todo parece un problema insoluble pese a los avances de la ciencia y de la tecnología, como agregados indispensables para justificar avances y retrocesos, ajenos a la posibilidad de estímulo en el camino de la evolución humana. La Segunda Guerra Mundial (1939/1945) provocó aproximadamente 60 millones de muertos, y “justificó” su fin con las bombas atómicas que destrozaron Hiroshima y Nagasaki.

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