La estrategia de promoción como base para la soberanía alimentaria

 

Desde el año 1979, cada 16 de octubre se celebra el Día Mundial de la Alimentación, que promueve la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO)

Por María Laura Sansalone

Licenciada en Nutrición (MP 554)

Colegio de Nutricionistas de la Provincia de Buenos Aires

Hablar de alimentación es complejo y profundo, ya que más allá de la definición biologisista que la define como el primer tiempo de la nutrición y cuya finalidad es la degradación de alimentos a sustancias absorbibles y utilizables, la alimentación es también un derecho innegable y absoluto de la existencia y que está atravesado por dimensiones culturales, económicas, sociales, ambientales y hasta emocionales.

En el despliegue de elementos que influyen directamente en la alimentación podemos identificar inicialmente a la disponibilidad alimentaria, donde los recursos naturales y la industrialización juegan un rol clave;  el acceso al alimento, donde la relación costos-ingresos la definen, el acto de alimentarnos que en sí mismo está condicionada por nuestras creencias y valores que fuertemente hemos forjado desde nuestros primeros años de vida y que nos identifican como personas y como grupos sociales y, por último, la capacidad de aprovechamiento biológico que lo marca el estado de salud y nutrición de ese individuo.

El contexto actual de emergencia sanitaria y la vulnerabilidad social emergente asociada a la pandemia de COVID-19, nos obliga a repensar nuestra forma de vivir, nuestra forma de adquirir el alimento, nuestra forma de cocinar, nuestra manera de vincularnos con el alimento, en fin nuestra forma de alimentarnos; y con ello es donde hoy se empieza a resignificar el valor del alimento, más allá de lo estrictamente nutricional.

Sabemos que el  componente nutricional y alimentario es clave para el cuidado integral de los individuos a fin de contribuir a las situaciones fisiológicas de mayor requerimiento energético y nutricional como lo son los procesos de crecimiento y desarrollo en niños y adolescentes, en el embarazo, periodo de lactancia, y  adultos mayores principalmente.

Por su parte, la alimentación debe seguir acompañando a las personas con enfermedades crónicas no transmisibles, como lo son la obesidad, la hipertensión arterial, las enfermedades cardiovasculares, la diabetes, entre otras. En todos los casos la inmunidad asociada a una buena nutrición es fundamental en esta situación sanitaria actual.

Durante este periodo, en los sectores más vulnerables la prevalencia de estados de malnutrición se incrementa,  principalmente aquellos asociados  a déficit calórico-proteico y  deficiencias de micronutrientes.

El sobrepeso y la obesidad, como la otra cara de  la malnutrición, asociada también en muchos casos a carencia de micronutrientes específicos, es una como enfermedad crónica no transmisible vinculada a numerosos factores de riesgo metabólicos y cardiovasculares con una creciente y preocupante prevalencia manifiesta en los últimos años.

La 2° Encuesta Nacional de Nutrición y Salud (ENNyS) realizada en el 2018-2019 evidenció que en el grupo de menores de 5 años, a nivel nacional, el bajo peso fue de 1,7% y la baja talla del 7,9% mientras que el peso excesivo (datos de sobrepeso y obesidad acumulados) fue del 13,6%. En cuanto a la población de 5 a 17 años a nivel del país, el 41,1% tuvo exceso de peso; el 1,4% delgadez y el 3,7% baja talla. En la  población adulta, la prevalencia de exceso de peso fue de 67,9%, del cual un 34% fue sobrepeso y un 33,9% obesidad.

Es fundamental el diseño, planificación y ejecución de políticas públicas orientadas a garantizar el derecho a la alimentación. El acceso a los alimentos protectores y la educación alimentaria son ejes fundamentales a abordar en el corto, mediano y largo plazo.

Las y los profesionales en nutrición son claves a fin de promover y desarrollar acciones en materia de economía familiar y comunitaria, consumo responsable, compra solidaria como así también la vuelta a lo casero. En los últimos tiempos se han incrementado la conformación de redes de cooperación y trabajo mediante alianzas intersectoriales, que promueven acciones basadas en la defensa de la soberanía alimentaria.

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