80 (Adolfo R. Gorosito, 2020) – Diversas manifestaciones frente a los cambios que ocurren en el ambiente familiar, derivan en el desvío de niños y jóvenes tras las “modas” que se transforman en toboganes hacia desviaciones de conducta. La mesa familiar es importante en esa escuela de vida. Es base de unión, conocimiento, intercambio de experiencias, entre otros valores o ingredientes morales. En muchos hogares – sobre todo en grandes ciudades – las costumbres se han relajado en ese aspecto por falta de tiempo de los progenitores, que se resta al diálogo constructivo. Los adolescentes que comparten menos la mesa familiar son más propensos a consumir alcohol y y la posibilidad de consumir drogas en el futuro. Cuanto mejor es el vínculo entre padres e hijos, menor es la probabilidad de que los jóvenes desarrollen adicciones. Carla Vilella, consultora en Protocolo Internacional e Imagen, comenta: – “Cuando los hijos preguntan en la mesa familiar: ¿Cómo te fue hoy, papá?, ese papá se siente iluminado por la ternura y estimulado en sus responsabilidades Pero ese saldo a favor no es posible sien la mesa familiar el padre no responde a las preguntas de su hijos ejerciendo comprensión y apertura, valores no exentos de legítimo orgullo”. Al llegar a la adolescencia los hijos transitan una difícil etapa de cambios, que se refleja en actitudes contradictorias. El silencio del adolescente a la hora de la reunión familiar en torno a la mesa para compartir el almuerzo o la cena es un signo de rebelión explicable, pero la explicación no llega claramente. Difícil etapa que significa situación transitoria. Nuestros lectores pueden proponer formas de solución al problema generacional. Sabemos que esa solución puede venir de la mano de la comprensión y – sobre todo – del amor sincero.