LEGENDARIO PEDRO OPEKA

(Adolfo R. Gorosito, 2016) – El padre Pedro Opeka llegó a Africa a los 22 años de edad. Quedó impactado por la cantidad de gente que vivía de la basura. Armó una verdadera ciudad, con 17 barrios, 5 guarderías y 4 escuelas. Es el sacerdote argentino Pedro Opeka, a quien llaman “Madre Teresa con pantalones”.  Tenía 10 años  y ayudaba a su padre constuctor. A los 14 ya había leído la Biblia. A los 17 conoció lo que era la pobreza de los Mapuches del Sur y les construyó una casa para que se resguardasen del frío. A los 22 viajó a Madagascar, uno de los países más pobres de África, y se instaló para siempre. Rescató a más de medio millón de personas que vivían de la basura, creó pueblos y colegios y hoy es considerado el “Albañil de Dios. Tiene ojos celestes y barba blanca, de su cuello cuelga una cruz desde hace 30 años. Gesticula, sonríe y algunas palabras se le patinan producto de hablar cinco idiomas.

 – “Nadie es profeta en su tierra” – dice una de sus hermanas. En Argentina muy pocos lo conocen, pero en el mundo circulan más de 10 libros sobre su obra y su trabajo quedó registrado en 7 documentales.  Lo llaman “La Madre Teresa con pantalones”, “Soldado de Dios”, “El Santo de Madagascar” o “El apóstol de la basura”. En Madagascar miles de personas vivían de uno de los basurales más grandes del mundo. Con la ayuda de  Dios decidió rescatarlos de esa situación.

Pedro Opeka fue ordenado  sacerdote en Luján y marchó una vez más a Madagascar. Le tomó tiempo ganar la confianza del pueblo,  romper con el estigma de ser el único blanco. En 1990, puso la primera piedra en Akamasoa (que significa “Los buenos amigos” en el idioma malgache). Akamasoa se convirtió en una gran ciudad, con 17 barrios y 25 mil personas; hay 5 guarderías, 4 escuelas, un liceo para mayores y 4 bibliotecas. En total, 10 mil los escolarizados.

Padre Pedro explica: – “Los planes sociales perjudican a los pobres. El asistencialismo debe existir siempre con trabajo. El que no trabaja que no coma. A nuestro país  lo veo estancado. Argentina no puede tener gente con hambre.  No hay que sacar las villas, sino mejorarlas. Quienes allí viven sienten el lugar como propio, sus viviendas deben estar en condiciones de vivir con dignidad”.

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