65 (Adolfo R. Gorosito, marzo 2024) – El almanaque es un elemento doméstico que mide el tiempo vivido y permite avizorar el tiempo que vendrá. Nos permite emprender las actividades inmediatas y ordenar los proyectos a corto y largo plazo. Suele convertirse en un colaborador mudo pero infalible al permitirnos confirmar con certeza el paso de los días y de los meses durante el año que corresponda. El almanaque cumple funciones similares al reloj, otro compañero inseparable en la celeridad de nuestros tiempos. Pero decimos “compañero” y no “amigo”, porque si pendemos mucho de este elemento puede convertirse en pesada carga, en juez de nuestro comportamiento y en balanza inexcusable de nuestros logros y fracasos. Como ocurre ahora, porque al contemplarlo parece decirnos que ya estamos en la segunda mitad del tercer mes del año, que el verano quedó atrás y que el otoño es la inmediata certeza. Los días se acortan, la temperatura promedio desciende, las plantas caducas pierden su follaje… pero nos recuerdan que dispondremos de más tiempo para reflexionar y adaptarnos al ritmo que permite vivir airosamente esta renovada expectativa. Recibamos el otoño con un ruego ferviente: que nuestro amado país logre la senda más propicia en búsqueda de su destino.