LLUVIAS, ALUDES… ACTUALIDAD

Adolfo R. Gorosito, abril 2017 / Son tantas las oportunidades que invitan a comentar sobre el tema climático, que resulta difícil no incurrir en reiteraciones. La realidad actual amerita intentar algún concepto poco usado, como para ubicarnos en la profusión de tantos episodios dramáticos. Lluvias intensas, vendavales, aludes que arrastran agua, arena, barro y piedras, destrucción de viviendas, evacuación de centenares o miles de damnificados, pérdidas de vidas y lesiones o heridas de diversa gravedad,  pérdidas totales o parciales de sus pertenencias,  perjuicios incalculables en las infraestructuras de las poblaciones involucradas.

Podemos sumar la grave secuela de estas situaciones de extrema gravedad, como lo viven en carne propia los habitantes de Comodoro Rivadavia, Lamadrid en Santa Fe, varias zonas de Tucumán, Catamarca, Jujuy, Mendoza, La Pampa, entre otros. Son incalculables las pérdidas, y ya se estará pensando en los programas de reparación, recuperación y reconstrucción, adoptando en algunos casos las medidas de prevención que eviten la repetición de desastres como los mencionados y otros.

En algunos casos las repeticiones pueden atribuirse a la demora en la construcción de obras de contención, control o desvío, proyectando la salida hacia el mar. Pero en otros se trata de situaciones impensadas, insólitas, provocadoras de sorpresa generalizada. Por ejemplo en Comodoro Rivadavia, ciudad chubutense  junto al Atlántico que nunca registró un drama parecido al reciente, con históricos registros pluviométricos, más alud de piedras y arena que arrasó con sectores de la ciudad, creando una tragedia mayúscula, sin precedentes.

A la distancia, mejor dicho desde nuestra región que hasta el momento está lejos de aquellos tristes escenarios, barajamos posibles causas. Entre ellas, la probable consecuencia de menosprecio a las reacciones de la Naturaleza, que es agredida a ritmo creciente por diversos factores, derivando en los cambios climáticos que son ya realidad innegable. Respetando la opinión ajena, podríamos decir que parece una exageración opinar que la creciente cantidad de automóviles y de aviones contribuye a la contaminación ambiental y a la destrucción de la capa de Ozono, y de ahí en más al calentamiento global, que también es realidad.

Pero aún ante la posibilidad de incurrir en exageración, creo que todos los detalles de conducta humana suman en la magna agresión a la Naturaleza, que toma sus revanchas. Nuestra región provincial ha sido escenario de situaciones críticas, como la inolvidable inundación de 1980. Pidamos  a Dios y a la Vida que no se repita ni ocurra algo parecido, pero incluyamos en nuestras oraciones, cada cual en su forma y en su credo, a los habitantes de los lugares sometidos a los rigores naturales.

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