En cada rincón del mundo hay personas que trascienden, no por lo que tienen, sino por lo que son. Mariano “Mandinga” Moler es uno de esos espíritus únicos que hacen de Adolfo Gonzales Chaves un lugar especial. Con su gorra inseparable, sus rastas que cuentan historias y esos pulgares siempre levantados, Mandinga es un ícono que camina las calles con la energía de quien nunca deja de soñar.
A sus 66 años, Mandinga dice tener un corazón de 40, pero quienes lo conocen saben que ese corazón no tiene edad. Es un corazón lleno de música, de rock, de anécdotas que comparte desde su radio online, MadyRock. Esa radio no es solo su proyecto; es su refugio, su manera de conectar con la gente, de llevar el espíritu del rock a cada rincón del pueblo y más allá. Pero Mandinga sueña en grande: sueña con su propia señal al aire, con una frecuencia que lleve su voz y su pasión a cada hogar.
No hay esquina de Chaves que no lo haya visto en busca de una historia, una entrevista o un saludo. Siempre dispuesto, siempre cercano. Su red social es un reflejo de su vida: fotos con músicos como Patricia Sosa, abrazos con políticos, gobernadores y hasta con la gente común que encuentra en su camino. Pero hay una foto reciente que emociona especialmente: sentado entre las estatuas de Alberto Olmedo y Javier Portales en Buenos Aires, Mandinga no pierde su esencia, levantando los pulgares con esa alegría que parece eterna.
Es imposible no querer a alguien como él. Mandinga no es solo un locutor o un periodista; es una chispa de vida que ilumina a quienes lo rodean. Vive con pasión, ama lo que hace, y con cada video, cada transmisión, nos enseña que nunca es tarde para seguir soñando, para ser joven de alma y espíritu.
Mariano “Mandinga” Moler es mucho más que un personaje; es un ejemplo de autenticidad, un símbolo de que la vida es mejor con música, sueños y un pulgar siempre en alto. ¡Salud, Mandinga, y que el rock nunca deje de sonar!4o