54 “si siempre fui el que inundó tus labios de hielo si siempre fui el que cubrió tu cuerpo de duda si todo este dolor me despierta de noche quiero dormir hasta el fin de la luna…” “Noche de espinas” Guillermo Pesoa Ella, Lorena, se levanta luego de remolonear unos minutos en la cama y ve que, por la ventana, entra un sol de mañana muy lindo. Mientras se cepilla los dientes prende el televisor para escuchar el pronóstico pero están comentando el partido de ayer que a ella no le interesa y se va a la cocina a calentar el café. Sigue escuchando el noticiero y comienza a cambiarse mientras se acuerda que a la noche lo verá a él, Ramiro, y se pregunta qué pasa que no dicen nada del tiempo y solo hablan del partido y sigue eligiendo qué ponerse hasta que escucha la voz del pronosticador que dice que el día será primaveral hasta la tarde en que llegará un frente frío con lluvia y ella entonces sabe que ponerse. Por fin. Él, Ramiro, apaga el despertador y se levanta. Siente la angustia esa de todas las mañanas que le obscurece el pecho Se apura a lavarse los dientes y va al baño y empieza a afeitarse mientras piensa que se pondrá para lucir bien porque no cree que tenga tiempo de volver a su casa a cambiarse antes del encuentro de la noche; y piensa que está harto de vivir en ese departamento prestado pero también piensa que por lo menos no paga alquiler aunque es muy chico y sus libros están tirados por el piso y abre la ducha y el agua caliente que es central no sale caliente enseguida y piensa que él nunca compraría un departamento con agua caliente central hasta que el agua caliente sale y se puede empezar a duchar. Por fin. Ella, Lorena, sube a su auto y se dirige a la zona norte. Toma la autopista y piensa que por suerte, para ir a ver sus obras, está manejando a contramano del tránsito pero eso no asegura nada pues siempre puede haber un accidente que tapone la circulación. Pone la radio y escucha el programa del locutor de la mañana que hace chistes pero también pasa noticias y se da cuenta que todos siguen hablando del partido de ayer y apaga la radio y, mientras maneja, se acuerda repentinamente de él y es como si le hicieran cosquillas en la panza con un ramo de claveles amarillos, y se ríe y se da cuenta de que el tránsito se hace más lento y que los autos se amontonan y que por suerte tiene tiempo pues aún es temprano; y piensa que el sol de la mañana es hermoso y que le encanta estar allí lejos del loquero de la ciudad y observa que, pasado el peaje, el tránsito es normal de nuevo, por fin. Él, Ramiro, espera el subte que viene retrasado y piensa en las cosas que dirá a la noche y se dice que está como obsesionado porque no puede dejar de pensar en ella, Lorena, pero que eso no es bueno en este viernes porque en el juzgado tienen una audiencia importante y comenta con otro pasajero qué pasa que el servicio viene demorado y ya hay mucha gente en el andén hasta que una formación llega y un poco a los empujones entra en el vagón, por fin. Ella, Lorena, espera que le permitan el paso en el barrio privado de su primer cliente y, mientras espera, piensa que le hubiera gustado vivir allí rodeada de flores y árboles pero él, Ramiro, no quería perder tiempo en el viaje y que eso fue un tema de discusión en sus ocho años de matrimonio. Ahora, le abren la barrera y entra al barrio y, al surcar las calles tranquilas, piensa que Salazar quizás aun no ha llegado con su gente y es verdad pues, al llegar, ve que en la obra no hay nadie y solo están los ladrillos y la arena listos para la mezcla. Estaciona y se pone a esperar a Salazar mientras oye cantar los pájaros en ese barrio donde todas las casas se están transformando en el sueño de sus dueños y de repente ve en la esquina la vieja camioneta verde de Salazar que trae sus tres peones en la caja, por fin. Él, Ramiro, entra a los Tribunales a las 8 que es cuando entran todos en malón en una carrera sin escalas del subte a los ascensores de Talcahuano. Espera en la larga cola en los pasillos oscuros y entra, y saluda al ascensorista y observa que está de buen humor y piensa que debe ser por la cercanía del fin de semana y se acuerda de ella, Lorena, y siente esa angustia matinal que le obscurece el pecho, no importa la hora que sea, y sale del ascensor y entra al juzgado donde es secretario y ve que el juez aún no ha llegado y, por eso, la audiencia se va a atrasar y se atrasa hasta que el juez llega, por fin. Ella, Lorena, discute con Salazar la proporción de la mezcla y piensa que Salazar la subestima porque es mujer y eso la enoja pero Salazar trabaja bien aunque sea cabeza dura y mientras discute se acuerda de él y es como si le hicieran cosquillas en la panza con un ramo de claveles amarillos y se ríe y Salazar piensa que es por él, y se ablanda y acepta cambiar la proporción de la mezcla y se pone a trabajar, por fin. Él, Ramiro, toma la declaración al detenido que trajeron de la Alcaldía y se dispone a recibir al abogado que piensa pedir su excarcelación pero piensa que no corresponde por el 316. Pero el abogado dice que sí, y que solicitará la inconstitucionalidad del 316 y él piensa que eso lo deberá resolver el juez pero sabe que el juez le pedirá su opinión y el no razona claramente desde su separación hace tres meses cuando empezó a vivir solo por primera vez en su vida en un departamento prestado que tiene agua caliente central y donde sus libros están tirados en el piso; y termina la declaración y le pide al detenido que firme y espera al abogado que tarda porque está en otro juicio hasta que el abogado entra por la puerta del juzgado, por fin. Ella, Lorena, se despide de Salazar y lo deja trabajando, y sale del country y se dirige al barrio vecino y, mientras va, piensa que deberá terminar temprano para poder estar a tiempo a la noche en su cita, con él, Ramiro, y ve que el tiempo ya empieza a descomponerse y se pregunta cómo hacen los del pronóstico para poder adivinar que pasará y avanza lento para disfrutar del día que todavía tiene mucho sol y sueña con poder hacer su vida en esa zona sin entrar nunca más a la Capital, y llega al nuevo barrio donde no la conocen y deben pedir autorización para su ingreso y espera que contacten a su cliente hasta que el cliente dice que sí que pase y le abren la barrera, por fin Él, Ramiro, cruza la plaza a las apuradas para ir a la UFI a encontrarse con el fiscal para discutir la suspensión del juicio de un imputado y piensa que a pesar que no almorzó casi nada no tiene hambre y que es porque está nervioso por el encuentro de la noche y que, por primera vez, a los 31 años, ve claras sus ideas y no como cuando se casó a los 23 con ella, Lorena, y piensa que el juez le pidió que convenza al fiscal que acepte la suspensión y él cree que el fiscal es un tipo duro y no va a querer y, cuando llega a la UFI, le dicen que el fiscal aun no volvió de almorzar y lo espera hojeando el expediente hasta que escucha que alguien lo saluda desde la puerta y es el fiscal que vuelve de almorzar, por fin.