42 (Adolfo R. Gorosito, 2019) – Fue famosa la pasión que unió a Frida Kahlo y el famoso muralista Diego Rivera, ambos mexicanos. Ella (Nació en 1907) encontró en la pintura un canal idóneo para expresar su tormentoso entorno. En su niñez sufrió Poliomielitis. A los 21 sufrió gravísimo accidente, resultando con múltiples fracturas. Deseaba tener un hijo de Rivera, su gran amor, pero sus embarazos se interrumpían En 1950 estuvo hospitalizada, a consecuencias de su enfermedad llamada Fibromialgia Postraumática (Encoge y paraliza músculos, tendones y el tejido blando) que obligó a la amputación de una pierna, acelerando su doloroso final en 1954. Tenía solamente 47 años. En cada período de alivio volvía a la pintura. Frida Kahlo dejó a la posteridad su ejemplo de lucha por superar adversidades, y por su magnífica obra es considerada una de las figuras descollantes de México. Ante casos así pensamos en ejemplos cercanos. En personas de nuestro conocimiento de cualquier edad y condición, de cualquier credo religioso o político, que sufren limitaciones o dolorosos procesos de enfermedades, en muchos casos sin soluciones a la vista. Conocemos a personas con fortaleza espiritual para sobrellevar esos males por amor a Dios y a los suyos, por amor a esta vida terrenal pletórica de pruebas y desafíos, pese a que la dura realidad hace dudar de virtudes teologales. Esas personas son ejemplos de fe y esperanza, dignas de admiración y de encomio. Se repiten las posibilidades de aprender. Es bueno tenerlo muy presente, sobre todo ante situaciones críticas en lo material que tantas veces nos envuelven y trastornan, y de pronto dejamos de lado valores y motivos trascendentes.