45 (Adolfo R. Gorosito, mayo 2017) – El Dr. Jorge Fernando Gómez, médico ecuatoriano, Miembro Activo de la Honorable Junta de Beneficencia de Guayaquil, Director de la columna periodística “Desde mi trinchera”, escribió el 17 de enero 2012 un artículo sobre LA LIBERTAD, y lo concluyó con esta frase: “El hombre que no es libre no es digno. La Libertad es el don más grande que Dios ha dado al Hombre. Sin libertad no vale la pena vivir”. Desde el llano y desde la enorme distancia que me separa de una personalidad científica se me ocurre reflexionar aunque se someramente sobre esa frase. Porque LIBERTAD – según acepción latina – es la capacidad de la conciencia para pensar y obrar según la propia voluntad de la persona. Pero esa misma libertad de pensamiento y de acción contiene condicionantes y limitaciones que son algo así como contrastes notables del concepto. Invita a recordar aquello de “el derecho individual llega hasta el límite con el derecho del prójimo”. Por eso solemos decir, ante un individuo que pone en peligro la vida de los demás en cualquier centro poblado, que buque su lugar en pleno campo, en solitario, y entonces sí haga lo que le plazca, porque estará atentando contra sí mismo. Es uno de muchos otros condicionantes que podríamos buscar en calidad de ejemplos. La Libertad debe ser ejercida mirando de frente y con la conciencia irreprochable, con respeto hacia los demás. Lo mismo ocurre con las naciones, sobre todo en este tiempo de globalización, cuando es indefinidamente amplio el espacio de las posibilidades de contacto, de participación o – por lo contrario – de hostilidad o amenaza. Creo que resulta oportuno comentar sobre los alcances de La Libertad al promediar el quinto mes del año, cuando nos disponemos a recordar lo hecho por los compatriotas que en 1810 decidieron obrar con autonomía, enarbolando con fuerza histórica el concepto de LIBERTAD en el compromiso social que aquello significaba.