45 (Adolfo R. Gorosito, 2018) – En el comienzo de un wenstern titulado “Duelo en el barro” se observa un arreo de hacienda vacuna, reses de pelaje colorado contrastando con el blanco de la frente y el pecho de cada animal, es decir característica de la raza Hereford, luciendo largos cuernos que era común en tiempos ya superados. Finalizada la jornada y llegando el cambio de guardia, dos jóvenes vaqueros conversaban sobre el futuro. Uno de ellos afirmó que podría dedicarse a robar caballos, y que ya era ducho en el cambio de marca para anular sospechas. El otro lamentaba que su padre había fracasado como hacendado, pero estaba decidido a repetir el esfuerzo. Ambos respondían fielmente a su condición de “vaqueros”, detrás de grandes rodeos de vacas ajenas, sufriendo todos los avatares de la huella, hasta el riesgo de enfrentar cuatreros. De pronto recordé la obra de don Atahualpa Yupanki, maestro en la recopilación artística de los temas camperos. Por ejemplo “El arriero”, elocuente en su sentido nostálgico y de protesta. En una de sus estrofas don Atahualpa expresa: “Las penas y las vaquitas / se van por la misma senda, / las penas son de nosotros, / las vaquitas son ajenas”. No es intención del autor reflejar una formulación de protesta social supuestamente igualitaria, ni acentuar el relato sobre posiciones diferentes entre niveles que el desenvolvimiento económico implica. Pero es oportuno considerar diferencias de roles con los riesgos que la vida impone. Es extraño comparar lo visto en una escena de un film sobre el Far West con una hermosa letra reflexiva de don Atahualpa, pero los trabajos del ámbito rural ocurren aquí y allá con sus lógicas variantes, pero son semejantes en cuanto a las vicisitudes que sus protagonistas afrontan.