1 En un rincón de Buenos Aires late un hospital que no es un edificio: es un milagro cotidiano. El Garrahan no tiene paredes frías, tiene corazones latiendo por miles. Niños que llegan desde los pueblos más lejanos con la esperanza de que alguien les devuelva un mañana. Madres que duermen en sillas, padres que venden lo que no tienen para viajar. Y, sobre todo, médicos, enfermeras y técnicos que entregan la vida entera en cada turno. Ellos son los que sostienen la esperanza. Los que, en plena pandemia, fueron aplaudidos desde balcones y declarados “héroes esenciales”. Pero hoy, cuando las luces de la emergencia se apagaron, parece que ya no importan. Hoy el Garrahan grita en silencio: falta personal, falta presupuesto, faltan manos… sobra indiferencia. Un hospital en pie de lucha El Congreso votó una ley para declarar la Emergencia Pediátrica. Era un gesto de justicia, un salvavidas para quienes trabajan con sueldos que no alcanzan ni para vivir dignamente. Pero el Presidente la vetó. Prefirió cuidar los números antes que cuidar a los niños. Prefirió el “equilibrio fiscal” al equilibrio de una vida que apenas comienza. Los trabajadores iniciaron un paro. No porque no quieran atender, sino porque ya no pueden sostener más. Se pierden especialistas, se suspenden turnos, se cierran puertas que deberían estar abiertas de par en par. “Ya no son importantes” En la pandemia, todos repetían: “la salud es lo primero”. Hoy, parece que es lo último. Los mismos que fueron esenciales, hoy son descartables. Los mismos que sostenían respiradores con las manos temblando, hoy sostienen carteles pidiendo dignidad. ¿Y los niños? ¿Quién se acuerda de ellos cuando los políticos se pierden en discursos vacíos? Un niño con cáncer no puede esperar. Una operación de trasplante no entiende de vetos. La infancia no negocia. A los políticos Les hablamos de frente, sin rodeos: El Garrahan no es un número en un Excel. El Garrahan es la vida de miles de chicos que mañana podrían ser sus hijos, sus nietos, sus sobrinos. Cuando un médico se va porque no puede vivir con lo que gana, no se pierde un profesional: se pierde una oportunidad de salvar una vida. Cuando un hospital se desangra por falta de recursos, la sociedad entera se está desangrando. Que no se repita la historia No aplaudamos solo en la pandemia para después dar la espalda. No levantemos banderas de “infancia primero” si a la hora de decidir presupuesto, la infancia queda última. Hoy el Garrahan nos necesita a todos. Porque si ellos caen, caerá la esperanza de miles de familias. El Garrahan no pide aplausos. Pide respeto. Pide dignidad. Pide que la vida de un niño valga más que un veto.