53 (Adolfo R. Gorosito. mazo 2019. Contacto argorosito@eternet.cc) – Desde el Gobierno Nacional se reconoce que la inflaciĆ³n es una verdad incontrastable, y que pese a esperanzados anuncios por algĆŗn resquicio escapa siempre la intenciĆ³n de control. El āresquicioā puede compararse a un dique roto. Como simple observador de las inquietudes cotidianas creo oportuno ofrecer una opiniĆ³n, seguramente compartida por muchos. Esa opiniĆ³n seƱala uno de los argumentos de lo que menos se habla: la cadena comercial. Los intermediarios que le pagan al productor frente al precio que los productos alcanzan en las gĆ³ndolasā¦ Ā”es realmente impresionante! Lo podemos comprobar en nuestras compras de cada dĆa. Por un mismo producto (marca, tamaƱo o peso) pagamos precios diferentes y quedamos desconcertados. Nuestros comerciantes compran a su vez la mercaderĆa, prĆ”cticamente sin margen para una oferta mĆ”s conveniente. Y son varios los intermediarios: mayoristas, fraccionadores, embaladores, transportistas, y otros factores de inevitables gastos. Ese es el control que estĆ” faltando, a lo que debemos sumar la inestabilidad del dĆ³lar y su incidencia en la desvalorizaciĆ³n de nuestra moneda. ĀæA quiĆ©n se le va la mano al establecer precios de artĆculos para el consumo cotidiano? La respuesta puede interesar a nuestros comerciantes, quienes tienen derecho a reclamar ante las instituciones que los nuclean para que intervengan y reclamen, porque los comerciantes tambiĆ©n estĆ”n incluidos en este desbarajuste cotidiano. La reducciĆ³n del consumo es una de las consecuencias inmediatas. El precio que establecen los intermediarios refleja el āĀ”SĆ”lvese quien pueda!ā, sin dar lugar a la sensibilidad que es necesaria para comprender, sobre todo a quienes menos tienen. El control de precios debe constituirse en arma pacĆfica y redentora, en cada uno de los niveles de decisiĆ³n.