29 (Adolfo R. Gorosito, 2019. Contacto: argorosito@eternet.cc ) – Transcurre un tiempo crítico para nuestro hermoso lenguaje tan rico en términos, estructura y capacidad expresiva. La palabra es el eje de vida de relación. Pero existen muchas formas y hábitos que permiten o favorecen el deterioro del valor de la palabra. El nivel de excelencia está muy lejos de los objetivos de algunos conductores de programas en Televisión. No existe la “mala palabra” sino la intención torcida. Hacerlo desde el estudio televisivo hacia los telespectadores es otra cosa. No es correcto aprovechar el poderoso medio de comunicación, para inducir al comentario mal intencionado. Personas de las más diversas s extracciones opinan y vierten sus discursos escasos de contenido, lo que desvaloriza la trascendencia de la idea que se intenta exponer. Es imprescindible defender opciones en el juego de un palabrerío florido y la trascendencia de la opinión a verter. La degradación de la palabra puede reflejar la pérdida del coraje y la inteligencia, en la búsqueda de la verdad, que no es meta gratuita. Esa búsqueda significa batallar sin descanso en defensa de la correcta aplicación de la palabra, sosteniendo al mismo tiempo un mensaje saludable de principios y línea de conducta. No se trata de dialéctica sino de un proceder con sabor a cálculo si la palabra es vehículo de engaño. Desde el mismo parámetro es bueno saber que alguien se juega su honor en aras de la “palabra dada”. Algo que ha caído en desuso: en generaciones anteriores era común cerrar negocios o contraer compromisos, simplemente en la obligación ética que la promesa creaba. De ahí la expresión “palabra de honor”, que si se trata de auténtico honor prácticamente no hace falta. Acabo de leer una conclusión que invito a compartir:: “Para algunos las palabras son nada más que sonidos que emergen de la boca. Para otros es la imagen de su ser interior, resultado de la dinámica de los diálogos internos”.
