“EL VIENTO NOS CUENTA COSAS”…

(Adolfo R. Gorosito, 2020) – ¿De dónde viene y adónde va el viento que se percibe en la piel y notamos su influencia, en las copas de los árboles, en la polvareda de los caminos, en las ruedas de los molinos, en el balanceo de las espigas? Atahualpa Yupanqui escribió “El canto del viento”. Interpretaba que el viento canta, lleva y trae sus mensajes. Arturo Capdevila escribió sobre el viento surero: “Sopla en la noche su clarín / el gélido viento sur… / una tras otra, / con impetuosa fuerza de alud / han pasado rugientes diez tormentas / por las gargantas de la tierra azul. / Negras se ponen las azules tierras / y da la luna macilenta luz, / y en la soledad crujen las puertas… / ¡cruje la casa bajo el viento sur!”.

También cumple imprescindibles funciones físicas, como regular la masa de aire que nos permite vivir. Si soportamos bajas  temperaturas nos alegramos cuando los vientos anuncian un frente cálido; si sentimos el rigor del verano apuramos el alivio que nos trae la “frescura” de la noche…

Solemos aprovechar metáforas. Si alguien pondera las condiciones de su pingo dice “es más ligero que el viento”; si alguien lo frustra en un compromiso afirma que “a las palabras se las lleva el viento”; para explicar complicaciones señala “siembra vientos y cosecharás tempestades”.

El conocimiento de la naturaleza permite al campesino evitar consecuencias recorriendo molinos, observando el movimiento de la hacienda, revisando tranqueras. Lo de la fuerza eólica no es nuevo en nuestro campo. Hace más de 70 años se utilizaba el “aero-cargador’” diminuto molinillo instalado a cierta altura. Si se hubiese aprovechado esa realidad no nos asombraríamos ante proyectos que hoy llegan desde muy lejos.

 

 

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