442 Si hubiera podido elegir su destino, seguramente habría optado por irse en silencio, como a él le gustaba andar por la vida, de ese camino que despertó sensaciones y profundas emociones. El 22 de Noviembre de 1992, partía Roberto Mouras, ícono de los carreteros, ídolo de Chevrolet, admirado y respetado por todas las marcas rivales. Aquel trágico domingo, los relojes se detuvieron, se paralizaron los corazones, pero no las lágrimas, la de esa gente que como decía el “Toro”, es la que elige, esa misma que lo eligió para siempre. Debía sostener más que nunca ese triunfo en Lobos, era el penúltimo capítulo de la temporada. Un fuera de pista y la tragedia vestía de luto al TC y al automovilismo argentino. Confusión, incredulidad, silencio, nervios y lagrimas hasta que se conoció la dolorosa noticia. Era tan grande, que triunfó en la última batalla de su vida, que significó la victoria número 50 dentro del Turismo Carretera. Transcurrieron 30 años del viaje eterno del «Príncipe», en aquel domingo de conmoción, dolor y raras sensaciones. Un palmáres de los notables y elegidos, medio centenar de conquistas en la máxima, sólo superado por el sublime Juan Gálvez. Tricampeón con Dodge, de la mano de Omar Wilke y Jorge Pedersoli, en las temporadas 1983, 84 y 85, aunque se convirtió en el máximo ídolo de Chevrolet, pese a que no consiguió la ansiada corona con la marca del “moño”. Recuerdos imborrables del “Principe” de Carlos Casares, nacido en la localidad bonaerense de Moctezuma el 16 de Febrero de 1948. En las rutas y pistas argentinas han quedado epopeyas gloriosas, desde aquel Bergantín de su abuela materna, pasando por el Chevrolet 400, el Torino naranja con el que debutó en la Vuelta de Chivilcoy del año 70, la Chevy con la que se integró al equipo oficial de la marca, el imbatible “7 de Oro” de las seis victorias al hilo, los Dodge del tricampeonato y la sólida Chevy de sus últimas propuestas. En los corazones, han quedado grabados los combates memorables, mano a mano, con “Pirín” Gradassi, Juan María Traverso y los duelos electrizantes el “Pincho” Castellano en la década del 80, con un profundo respeto y admiración de ambos, debajo de los autos. Fue grande en lo deportivo y como ser humano. Hablaba poco, pero transmitía seguridad y sabiduría. En silencio, tendía su mano franca, para ayudar a cuanto niño lo necesitara. Dueño de una personalidad firme, simple y reservada, al punto de no dar a conocer las innumerables obras de caridad en las que participaba. Partió hace tres décadas con su fiel acompañante Amadeo «Huevo» González, dejó su impronta, sus desafíos y sus desvelos. Se fue entre aplausos y lágrimas, llevándose el último tributo al cielo, para compartirlo con quienes hicieron grande el Turismo Carretera. No alcanzan las palabras para describirlo. No alcanzan los homenajes para igualar su grandeza. Duele su ausencia y llena de orgullo sus hazañas. * Nota especial del Director de Vértigo Motorsport, Luis Orlando Sanchez (Fotos: Miguelangel)