53 (Adolfo R. Gorosito, junio 2021) –Transcurre junio y es oportuno compartir motivaciones emocionales, sobre todo en referencia al “Día del Padre”. Permítanme contarles que mi padre se llamaba Adolfo, por lo que la elección del nombre para el hijo mayor fue derivación natural. En aquel entonces (hace casi 90 años) se acostumbraba imponer el nombre de pila del papá al primogénito. Sabemos que llamarlo “viejo” es consecuencia de acercamiento, cariño y respeto. “Mi querido viejo” dice el cantante, poeta y compositor “Piero” (Antonio Franco De Benedectis (nacido en Italia, nacionalizado argentino): “Es un buen tipo mi viejo / y anda solo y esperando. / Tiene la tristeza larga /de tanto venir andando”. Como el adjetivo “viejo” soporta interpretaciones erróneas o subjetivas, destaca en toda su fuerza emotiva cuando se lo pronuncia con cariño y respeto. Yo quisiera llamarlo “Viejo” a mi padre pero siempre fue imposible, porque por uno de aquellos avatares ineludibles de la vida falleció cuando tenía 30 años de edad. Mi hermana Carmen tenía 2, yo 8 y mamá Carmen Magdalena – con solo 29 – había fallecido 5 meses antes. Pero no pretendo agobiarlos con una experiencia personal de tiempo tan lejano. En cambio me gustaría decirle, por ejemplo: “Querido viejo, te recuerdo siempre y procuro honrar tu límpida memoria. Gracias porque me diste la Vida, regada de sinsabores en muchos casos, pero iluminada por momentos como este, recordándote con inmenso amor”.