18 (Adolfo R. Gorosito, marzo 2017) – Estamos en pleno siglo XXI. Las guerras, persecuciones y éxodos se repiten en el mundo por fanatismo religioso, antagonismos políticos y étnicos, crisis reiteradas, y otros motivos de confrontación.. Según datos de la investigadora Elisabeth Vallet (Universidad de Quebec, Canadá) existen 70 muros “separatistas” en el planeta, El título de esta nota, no denota morbosidad sino el propósito de ampliar nuestra perspectiva. Miles de mujeres y niños huyen de las guerras, el terrorismo y la miseria que sufren en sus países de Africa, pleno infierno de abusos y maltratos. Según un informe de UNICEF (Naciones Unidas para la Infancia) son más de 20.000 los niños que llegaron durante 2016 a Italia, sin la compañía ni protección de adultos, pues sus padres murieron en Sierra Leona por la epidemia del Ébola, o en Nigeria por los ataques de fanáticos religiosos. Los agentes de seguridad ni se acercan a los centros de reclusión de migrantes y refugiados controlados por las milicias armadas, por el peligro de muerte a afrontar. Los gobiernos europeos piden que Naciones Unidas envíe personal a las zonas controladas por las milicias armadas en Libia, pero no se puede por falta de seguridad. “¡Por suerte todo eso pasa lejos de nosotros!” – podrán pensar o decir algunos de nuestros lectores. Pero fíjese que en nuestro país son palpables los síntomas de la Violencia en aumento. Las características de los hechos, la capacidad de operaciones y las garras del Narcotráfico son campo propicio para los desmanes, los despropósitos y la dura realidad anárquica que en estos días reflejan los resortes periodísticos, cada cual respondiendo a sus propios objetivos. Un oscuro manto de inseguridad y violencia se cierne sobre la sociedad argentina. Meditemos sobre lo que pasa en países lejanos, pero también sobre lo que ocurre en el nuestro. Se está incubando un clima de intransigencia, desintegración y rencores al parecer insuperables. Sostengamos con firmeza nuestras opiniones, pero preservando los atributos que la Democracia nos ofrece. No olvidemos sufrimientos anteriores, pero obremos con limpieza de alma ¡Que la celeste y blanca flamee en cada mástil pero también en nuestros corazones, sin dudas ni remordimientos!
