35 (Adolfo R. Gorosito, 2017) – Es hermosa oportunidad para que niños, jóvenes y adultos agasajen a sus progenitores, y resulta lógico deducir que la importancia de la expresión de amor filial es- o debe ser – más relevante a medida que el padre avanza en su edad. No espera obsequios materiales sino la compañía de los hijos. Si hablamos de los más adultos es frecuente que los padres ya no eséán. Lógica de la Vida. En esos casos debe prevalecer el ramillete de recuerdos sanos que invitan a un análisis de la Vida de cada uno, y hasta un examen de conciencia al preguntar o preguntarse si en vida del padre ausente el hijo le expresó el cariño y reconocimiento merecidos. Que nadie se ponga triste. No es esa la intención de esta nota. Simplemente sugerir caminos inmediatos en la intimidad de cada hogar. Al mismo tiempo el agasajado en oportunidades como ésta, tiene ocasión de preguntarse si ha respondido con dignidad al sagrado mandato de la continuidad de la especie, que requiere el propio ejemplo de autoestima y reciprocidad Acerco estos pensamientos echados a volar en 1968. Deseo que esta inquietud signifique un positivo aporte a la intención de homenaje a todos los buenos padres que son… y han sido. “ Padre, yo era muy pequeño / cuando tú te fuiste / en pos de alguna estrella / que tu alma deslumbró. / Ibas tras un sueño… y nunca más volviste. ¿Qué efluvios te signaron / en plena juventud? / ¡Qué leyes caprichosas / o qué fuerzas misteriosas / tus ojos empañaron / y lograron tu quietud? / Padre, tú te has ido / pero siempre estás, / fantástico jinete / en nubes peregrinas, / tu viaje me ha servido / para quererte más. Hoy junto sílabas dulces / como un beso en su temblor. / Como pétalos dispersos / en el lírico sendero / con estos pobres versos / yo te reitero mi amor”. A usted… Que tiene su hogar constituido y ve crecer a sus hijos con el aplomo que sustenta su propia visión ante la vida. Que no puede brindar a sus hijos el confort que merecen, porque su lucha diaria es dura para ganar el pan de cada día… A usted, idealista y romántico, que antepone la motivación de su lucha interior al legítimo derecho a reír sin trabas en la tibieza de su prole… A todos, en fin, padres que sintieron la emoción que proporciona la ofrenda viva y palpitante, que gustaron el placer del llanto saludable, que fueron felices con el balbuceo de sus niños pero que también sintieron su dolor, sufrieron su enfermedad, que junto a sus esposas los asistieron en sus pasos vacilantes y en transformación gradual e indetenible… ¡Congratulaciones, amigos!.