32 (Adolfo R. Gorosito, 2017) – El artículo anterior en esta misma columna se titula “Los animales presienten y alertan”. Citamos allí al científico alemán Martin Wilkelski, quien realizó muchos experimentos en Italia al promediar este año 2017, confirmando que el instinto animal es elemento esencial de defensa, siendo factor de supervivencia en circunstancias extremas. Desde la observación elemental podemos decir que las migraciones de muchas especies son actitudes de protección, presintiendo claramente que las condiciones de un lugar determinado se tornan desfavorables en relación a sus ciclos vitales. Las actitudes de los animales frente a contingencias meteorológicas ayudan a superar situaciones difíciles. Quienes viven en el campo o lo visitan periódicamente seguramente han comprobado manifestaciones de ese instinto animal: la manada retozando en el potrero, el redomón revolcándose en el suelo blando, la actividad inusitada de las hormigas cuando avanza la tormenta, la sorpresiva proliferación de insectos, el trino desacostumbrado de algún pájaro en el anochecer – entre otros muchos ejemplos posibles – demuestran cambios de actitudes, aplicando instintivamente detalles precautorios. Son también señales de alerta, comunes y perceptibles por la familia campesina. A título de ilustración recurro a un recuerdo. El investigador sobre la fauna de nuestro distrito y región, recordado amigo Enrique Francisco Montes contaba que pudo observar algo muy curioso cierta tarde, caracterizada por intenso calor y esa calma que es tan común horas antes de una gran tormenta: numerosos peludos caminaban en una misma dirección junto a la Ruta 75 en un tramo ascendente. Se alejaban de sus cuevas en terreno llano, y rumbeaban hacia una elevación natural del terreno. Durante la noche se descargó una lluvia torrencial, memorable. Es muy importante la experiencia que – frente a los vaivenes meteorológicos – otorga la observación de los elementos naturales, Reitero, entonces: “los animales presienten y alertnn”.
