43 (Adolfo R. Gorosito, febrero 2018) – “Los tangos reflejan aspectos de nuestras experiencias”, cuando experimentamos sinsabores, contrastes o desilusiones nos damos cuenta que “no todo es color de rosa” – expresó el famoso artista argentino Enrique Pinti en entrevista lograda en 2016: -. “Dicen que al tango se le encuentra real sentido a medida que uno cumple años, y es cierto. En mi lejana infancia escuchaba: El penado catorce, Pobre mi madre querida, Cuesta abajo, Mi noche triste o Anclado en París. y me resultaban indiferentes. Pasó el tiempo y algunos de esos tangos me hacen piantar un lagrimón. Cuando uno tropieza, queda hecho polvo en el piso y necesita la grúa municipal para incorporarse, la fiera venganza del tiempo que es tanguera y discepoliana se nos presenta sin maquillaje. Seguiré llorando con los tangos que me hacían reír y no se me caerá ningún anillo. La vida vale más que cualquier achaque y mientras está la vida, hay esperanza”. El tango se inició al filo de los siglos XIX y XX, es decir entre un tramo definido como “de organización” del país, otro de esplendor económico en base al auge de los productos agropecuarios ante las magnas necesidades europeas; después por las estrecheces provocadas por avatares políticos. El tango, nutriéndose de las verdades de cada momento, siempre es reflejo de realidades humanas. Tristes en sus expresiones, desencantados muchas veces y desencajados en la sordidez de engaños y venganzas, pero también brillaron por la alta poesía de Lepera, Manzi, Troilo, Cadícamo, Cátulo Castillo, Contursi, Canaro, Gardel, Discépolo, Rubistein, Arolas, Piazzola, Ferrer, Fresedo, Gagliardi, Garello, Padula, Vaccarezza y otros muchos autores y compositores