55 (Adolfo R. Gorosito, mayo 2017. He extraído este artículo del libro “Rumbo al centenario” que edité en 2005) – En septiembre de 1991 llegó a Gonzales Chaves el antropólogo y escritor Luis Esteban Amaya. En su disertación se refirió al frecuente menosprecio de los valores propios de un pueblo o región, confrontados con los personajes y hechos que venden los grandes medios de comunicación. Resumió así su pensamiento: “Hay mucho que revisar para saber cómo interpretamos el concepto de la revalorización. Aceptamos fácilmente las palabras rimbombantes que llegan desde las grandes ciudades, y criticamos las voces del hombre, de la mujer, del joven, que transcurren sus días en el ambiente rural. Desde la antropología tratamos de transmitir que todos los hombres somos cultos. La diversidad del comportamiento humano debe ser respetada. Hay distintas necesidades del hombre para exponer sus ideas, las descripciones en su manera de ver el mundo, desde el valor de lo propio. Es importante este pensamiento porque en estas ciudades-pueblos la vida es dada por el campo, y hay muchas en la provincia de Buenos Aires. Nos sostienen los perfiles humanos que vienen del campo, y sin embargo se aceptan las formas culturosas que provienen de la gran ciudad. Esos factores nos vuelven demasiado pasivos, ya que la aventura se vive por televisión y otras formas de comunicación social masiva. Nos vamos quedando sin aventura personal”. Resulta halagüeño constatar que cosas así proclamadas por el calificado visitante son de uso frecuente en notas personales, incluidas en “El campo y sus cosas” o en otros artículos que nos corresponden. Nos gustó la definición ciudades-pueblos A fuer de sinceros podemos coincidir en que la calificación de ciudad para Gonzales Chaves aparece como palabra acariciadora, que se apoya en exigencias protocolares. Esto no debe ser motivo de molestia ni humillación. En un mundo manejado por pautas de relación, cada población debe trascender por sus valores humanos tanto individuales como colectivos, más allá o más acá de su estructura edilicia. Ciudades-pueblos que se ubican al borde del campo se gestan y nacen en la vasta extensión. Muy lejos de sentirnos inferiores porque nos falten los ruidos y las luces de las grandes ciudades, debemos estar orgullosos del testimonio de la tierra generosa que sostiene al hombre y su familia, que por esta tierra trabajan o están vinculados a ella, directa o indirectamente.
