48 (Adolfo R. Gorosito, junio 2017) – Recibí mail de un amigo de Capital, cuya hija – flamante médica – pasea por Europa tras su brillante trayectoria universitaria.. En un párrafo cuenta así: – “Candela manda fotos de sus días en Roma, recorriendo esos lugares tan icónicos y hermosos. A diferencia de antaño ahora tenés que estar advertido de los ataques terroristas, en particular en las concentraciones de gente que se producen, precisamente, donde se juntan turistas y locales. En realidad “estar advertido” no te ayuda de nada porque, lo sabemos, las explosiones, atropellamientos con vehículos, tiros y cuchilladas se producen repentina y traidoramente, sin ningún tipo de aviso. En verdad el grado de locura que tienen estos musulmanes extraviados ha dejado un tendal de muertos inocentes. Muchos de los asesinos son de familias musulmanas inmigrantes y nacidos en países europeoss, por lo que se beneficiaron de las ventajas de una sociedad mejor de la que huyeron sus padres. Sin embargo atacan a sus propios países impulsados por el odio, al extremo de inmolarse ellos mismos si no tienen escapatoria. Una nueva forma de guerra en donde el enemigo es la ideología occidental, algo tan indefinible como eso, porque las ciudades europeas y norteamericanas han sido muy receptivas de distintas razas y religiones, como de ningún modo lo fueron los países exportadores del terrorismo, que enseñan resentimiento y odio visceral, no religión”. El párrafo que acabamos de leer refleja con claridad y contundencia la realidad de nuestro tiempo. En menos de tres años fueron asesinadas mediante atentados 230 personas en Francia; también en Siria, Irán, recientemente en Kabul (Afganistán), y deben sumarse los atentados perpetrados recientemente en Londres, en El Cairo y otros sitios, sin descartar amenazas de otros avances igualmente criminales. Podríamos seguir citando otros episodios similares, a la luz de las informaciones de los medios más importantes del periodismo internacional. Todo este panorama es resultado de un fanatismo sin sentido, a partir de una interpretación errónea o desubicada en el tiempo de códigos religiosos de intransigencia absoluta. No nos alarmemos demasiado, pero tampoco quedemos indiferentes ante lo que acontece – por ahora – allá lejos.