123 Querido Pueblo Argentino: Desde mi adolescencia cultivĂ© mi amor por el derecho. Mi padre fue Juez. En esa familia fui criado. DifĂcilmente podrĂa haberme sustraĂdo a la idea del respeto a la ley y a creer que en una sociedad todo diferendo o controversia debĂa ser sometida al análisis y la decisiĂłn de la Justicia. En la RepĂşblica, la vigencia del derecho reclama como indispensable que el sistema judicial se apegue a las normas y se abstraiga de cualquier influencia que quiera torcer la imposiciĂłn de justicia. La justicia es uno de los tres poderes de nuestra RepĂşblica y como tal tiene potestades singulares. Por eso la ConstituciĂłn establece que, llegado el caso, puede disponer de nuestros bienes y hasta de nuestras libertades. Semejante poder debe estar en manos de personas dignas que no sean permeables a ningĂşn tipo de presiĂłn. Esas personas siempre deben imponer justicia en el mismo momento en que la ley se quebranta y el orden social se altera. Con el correr de los años hemos visto cĂłmo el influjo del poder polĂtico, y tambiĂ©n de otros poderes, fue operando sobre la decisiĂłn de algunos jueces. Con el primer golpe militar que arrebatĂł la presidencia constitucional a HipĂłlito Yrigoyen, comenzĂł un lamentable proceso de intromisiĂłn de la polĂtica en las decisiones de nuestros tribunales. El punto culminante estuvo dado en la llegada del autodenominado Proceso de ReorganizaciĂłn Nacional, que no solo asaltĂł al Estado de Derecho, sino que además hizo prevalecer sus Estatutos Básicos por sobre la misma norma constitucional. Cuando el año 1983 culminaba, el retorno de la democracia dio inicio a un tiempo de restablecimiento de las instituciones. Fue ese el momento en que el Presidente RaĂşl AlfonsĂn, designĂł al frente de la Corte Suprema de Justicia de la NaciĂłn a juristas de un alto prestigio tĂ©cnico y a los que se les reconocĂan los mejores valores democráticos. Tras ello, la justicia penal federal iniciĂł un derrotero de mejor calidad institucional signado por la moralidad de sus miembros y la objetividad de criterio a la hora de sentenciar. Fue en ese tiempo, cuando la Cámara Criminal y Correccional Federal de la Capital Federal (uno de sus miembros hoy nos acompaña), juzgĂł ejemplarmente la violaciĂłn sistemática de los derechos humanos por parte de quienes conformaron las ex Juntas Militares de la Ăşltima dictadura, mereciendo por ello el reconocimiento mundial. Durante la dĂ©cada de 1990, muchos sentimos constatar un nuevo avance cuando el Congreso de la NaciĂłn instituyĂł, por primera vez en el orden federal, el sistema de juicios orales en materia penal. Sin embargo, otras situaciones como la ampliaciĂłn de los miembros de la Corte Suprema de Justicia de la NaciĂłn que habilitĂł una “mayorĂa automática” al servicio del poder de turno, sumado a una serie de designaciones de magistrados y magistradas que merecieron severos cuestionamientos a sus cualidades tĂ©cnicas, volvieron a frustrar esa expectativa de lograr un mejor servicio de justicia. Esas condiciones judiciales se prolongaron hasta el año 2003 cuando NĂ©stor Kirchner accediĂł a la Presidencia de la NaciĂłn. La promociĂłn de juicios polĂticos a algunos miembros de aquella Corte de la “mayorĂa automática”, sumada a la renuncia de algunos otros, permitiĂł reconstruir al Máximo Tribunal del paĂs. Fue en ese contexto cuando a instancias del Congreso de la NaciĂłn, se redujo de nueve (9) a cinco (5) el nĂşmero de miembros de la Corte Suprema de Justicia de la NaciĂłn. Para garantizar la máxima transparencia en la designaciĂłn de los nuevos jueces, el Presidente Kirchner limitĂł sus facultades para proponer candidatos a dicho tribunal generando un extraordinario sistema de escrutinio social. De ese modo fueron designados como Ministros y Ministras de la Corte Suprema de Justicia de la NaciĂłn, juristas Ă©ticamente irreprochables y tĂ©cnicamente reconocidos, algunos de los cuales mantienen sus cargos hasta hoy. A ello se sumĂł el nombramiento como Procurador General de la NaciĂłn del Esteban Righi, mi siempre recordado amigo y maestro, quien llevĂł adelante una destacada labor como jefe de todos los fiscales federales del paĂs, siempre en resguardo de valores esenciales del Estado de Derecho. Cuando Cristina Fernández de Kirchner ejerciĂł la Presidencia de la NaciĂłn, tambiĂ©n adoptĂł una serie de decisiones que permitieron modernizar el funcionamiento judicial. Esas decisiones quedaron cristalizadas en la sanciĂłn de un nuevo CĂłdigo Procesal Penal Federal y de un plexo de leyes que dieron a los Tribunales Federales y Nacionales, al Ministerio PĂşblico Fiscal y al Ministerio PĂşblico de la Defensa una mejor conformaciĂłn acorde con los estándares que fija la ley suprema. Los cuatro años que precedieron mi asunciĂłn como Presidente de la RepĂşblica, estuvieron signados por medidas que afectaron las reglas de imparcialidad que deben gobernar la acciĂłn judicial en un Estado de Derecho. Con el dictado del Decreto de Necesidad y Urgencia 257/15, se suspendiĂł la entrada en vigencia del nuevo CĂłdigo Procesal Penal Federal y de todas las normas que lo complementaban. A su vez, la Agencia Federal de Investigaciones volviĂł a quedar bajo un manto de sospecha al permitĂrsele, una vez más, el manejo de fondos reservados y la posibilidad de participar en el curso de diversas pesquisas judiciales. Con el devenir de los dĂas se fue perdiendo la transparencia judicial. El cuestionamiento a jueces que expresaran independencia se tornĂł tan cotidiano como la manipulaciĂłn de otros jueces que respondieran a los intereses del poder de turno. En ese contexto, la arbitrariedad procesal fue ganando terreno en desmedro de las más elementales normas que garantizan el debido proceso. Por esa vĂa se abrieron camino pretendidas doctrinas que fueron utilizadas para convertir al encarcelamiento preventivo en un sistema de penas anticipadas. De esa manera, el principio de inocencia y de defensa en juicio fueron repetidamente vulnerados. Cuando transcurrĂa la campaña que culminĂł con nuestro triunfo electoral del 27 de octubre de 2019, muchas veces planteĂ© mi preocupaciĂłn sobre el modo en que la Justicia Federal habĂa actuado en los Ăşltimos años. Dije entonces que la Justicia deberĂa funcionar bien para todos los argentinos y argentinas. Que debĂa imponerse la ley en forma igualitaria con prescindencia de quien ejerce el poder y quien resulta opositor.  Lo Ăşnico que me impulsaba a reclamar un cambio, era fortalecer el Estado de Derecho. Solo busco hacer la RepĂşblica que todos declaman, pero que algunos humillaron. El Ăşltimo 10 de diciembre volvĂ a reafirmar ante la Asamblea Legislativa que debĂamos “terminar con la mancha ominosa que un sector minoritario le provoca a la credibilidad de la instituciĂłn judicial”. VolvĂ a señalar la existencia de persecuciones indebidas y detenciones arbitrarias inducidas por quienes gobernaban, y silenciadas por cierta complacencia mediática. Puse singular Ă©nfasis en que “sin Justicia independiente del poder polĂtico no hay repĂşblica ni democracia. Solo existe una corporaciĂłn de jueces dispuestos a satisfacer el deseo del poderoso y castigar sin razĂłn a quienes lo enfrentan. De una vez por todas digamos nunca más a una Justicia que es utilizada para saldar discusiones polĂticas, y a una polĂtica que judicializa los disensos para eliminar al adversario de turno”. He recordado todo esto para que nadie tergiverse mi proceder. Nadie puede sorprenderse por lo que estamos haciendo. SometĂ mi parecer al veredicto popular y el pueblo con su voto me acompañó. Y reafirmĂ© ese mismo compromiso ante el Parlamento argentino, en el mismo instante en que asumĂ la Presidencia de la NaciĂłn. Para comenzar a corregir los desvĂos que cierto proceder judicial evidenciaba, dispuse la intervenciĂłn de la Agencia Federal de Inteligencia. Ese organismo ya no cuenta con fondos reservados, no hace inteligencia interna y no influye en procesos judiciales. Ese fue un paso que necesariamente debĂamos dar para poder seguir en la bĂşsqueda de nuestros objetivos. Ahora es tiempo de iniciar los cambios a los que siempre me he referido. Es hora de poner en el escenario del debate la cuestiĂłn judicial para que podamos lograr tener un mejor Estado de Derecho. Lo que estamos proponiendo hoy no es otra cosa que consolidar una Justicia independiente, regida por las mayores normas de transparencia y que desarrolle los procesos con celeridad y eficiencia. Estoy convencido que todos los argentinos y argentinas participan de estos propĂłsitos. Solo con ese objetivo estamos poniendo a consideraciĂłn del Honorable Congreso de la NaciĂłn el proyecto de Ley de OrganizaciĂłn y Competencia de la Justicia Federal. En tĂ©rminos generales, proponemos organizar mejor la Justicia Federal y, en particular, superar la crisis que claramente afecta la credibilidad y el buen funcionamiento de la justicia federal con competencia penal. En primer tĂ©rmino, el proyecto crea la Justicia Federal Penal con asiento en esta Ciudad AutĂłnoma de Buenos Aires, mediante la consolidaciĂłn de los fueros Criminal y Correccional Federal y Penal EconĂłmico. Cada uno de esos Tribunales actuarán en lo sucesivo con una de las dos secretarĂas que actualmente tienen. La restante se convertirá en secretarĂa de 23 nuevos tribunales que se sumarán para acabar de conformar el fuero. Esta lĂłgica de ampliaciĂłn del nĂşmero de juzgados, ha tenido muy en cuenta la necesidad de adecuar la labor jurisdiccional a la demanda que deriva de la puesta en marcha del sistema acusatorio que impone el CĂłdigo Procesal Penal Federal. De esta manera, buscamos superar que el poder decisorio se concentre en un reducido nĂşmero de magistrados y magistradas que, como sucede en la actualidad, tienen el poder de conocer y decidir en casi la totalidad de las causas con relevancia institucional y consecuentemente mediática. Estas han sido circunstancias determinantes para que este fuero se politizara del modo en que ha ocurrido. Ese nivel de concentraciĂłn tampoco ha servido para que la administraciĂłn de justicia se desarrollara con la eficacia adecuada. Es fácil observar la manipulaciĂłn de los tiempos del proceso que les permite a los jueces y juezas actuantes impulsarlos o detenerlos en funciĂłn del “clima polĂtico” imperante. A eso el saber popular terminĂł calificándolo como “justicia pendular”. Los fenĂłmenos delictivos evidencian hoy una complejidad significativa. Delitos como el narcotráfico, el lavado de activos, la trata de personas, el contrabando, la defraudaciĂłn o malversaciĂłn de caudales pĂşblicos o los delitos tributarios permanentemente concurren para perfeccionar el funcionamiento de lo que algunos llamaron la “empresa criminal”. En la Ciudad AutĂłnoma de Buenos Aires, a diferencia de lo que ocurre en la justicia federal del resto del paĂs, la competencia para investigar y sancionar ese entramado delictivo se encuentra dividida entre los fueros Criminal y Correccional Federal y Nacional en lo Penal EconĂłmico. Es hora de unificarlos. Este proyecto propicia que el nuevo fuero Federal Penal comience a funcionar cuanto antes. Por ese motivo ha previsto un sistema de subrogancias que busca la máxima transparencia en la designaciĂłn transitoria de los magistrados y magistradas en el que intervendrán la  Cámara Nacional de CasaciĂłn en lo Criminal y Correccional, el Consejo de la Magistratura y el Senado de la NaciĂłn que deberá dar los Acuerdos correspondientes para quienes resulten subrogantes. Para que nadie siembre dudas es necesario dejar expresamente aclarado que la conformaciĂłn de esta nueva estructura judicial, en nada afecta el principio del Juez Natural. La totalidad de las investigaciones y juicios en curso quedarán bajo la jurisdicciĂłn de los jueces, juezas o tribunales orales que actualmente las estĂ©n tramitando. TambiĂ©n se ha previsto la unificaciĂłn de las cámaras de apelaciones y la creaciĂłn de tribunales orales, de fiscalĂas y defensorĂas para que se sumen al nuevo esquema que hemos diseñado y le otorguen el mejor funcionamiento. Es necesario destacar que los concursos que el Consejo de la Magistratura realice para seleccionar los candidatos y candidatas a cubrir los nuevos tribunales federales que proponemos crear, deben realizarse por prueba de oposiciĂłn oral y pĂşblica, y todo el procedimiento será registrado en soporte de imagen y sonido al que se le dará difusiĂłn pĂşblica para garantizar objetividad, igualdad de oportunidades y transparencia. En otro orden de ideas, el proyecto propone transferir a la Ciudad AutĂłnoma de Buenos Aires la competencia para investigar y juzgar la totalidad de los delitos no federales cometidos en su territorio, completando de este modo el proceso de transferencia de competencias penales que aĂşn hoy se encuentra pendiente. Queremos hacer que la manda constitucional dispuesta en 1994 finalmente se cumpla. En un segundo tĂtulo, la ley propicia la unificaciĂłn plena de la materia Civil y Comercial Federal con la que es propia del Contencioso Administrativo. En este caso, se ha considerado la experiencia que da cuenta de los numerosos conflictos de competencia que suscitan entre ambos fueros, lo que atenta contra la celeridad, eficiencia y eficacia tan reclamada a la labor judicial. El tercer tĂtulo de la ley propone un fortalecimiento de la Justicia Federal en el interior del paĂs. Intentamos asĂ poner en marcha una iniciativa que ya tuvo trámite parlamentario en el Congreso y que por las normas reglamentarias vigentes, ha caducado. En efecto, la iniciativa que se propone recoge el texto de un proyecto de ley impulsado por la anterior gestiĂłn de gobierno en el marco del programa “Justicia 2020”. El proyecto citado fue presentado ante el Senado de la NaciĂłn por los senadores Humberto Schiavoni, Federico Pinedo, Ernesto MartĂnez, Rodolfo Urtubey, Luis Naidenoff y por la senadora Silvia ElĂas de PĂ©rez. Aquella iniciativa tuvo en consideraciĂłn los 114 proyectos de ley presentados desde el año 2008 sobre creaciĂłn de juzgados federales, poniendo el objetivo en el fortalecimiento de la justicia federal con asiento en las provincias y la especializaciĂłn por materia evitando con ello el establecimiento de competencias mĂşltiples. Esta idea va en consonancia con nuestro propĂłsito de continuar implementando gradualmente en todo el paĂs el CĂłdigo Procesal Penal Federal. Finalmente, la ley impone en su capĂtulo final una serie de reglas de actuaciĂłn que deberán respetar los jueces y juezas federales. La Ley N° 27.146, cuya vigencia fue suspendida por el gobierno que nos precediĂł mediante el Decreto de Necesidad y Urgencia NÂş 257/15, establecĂa una serie pautas de actuaciĂłn que en la magistratura deben ser respetadas: a) Mantener un trato equivalente con las partes, sus representantes y abogados. b) Evitar comportamientos que indiquen favoritismo, predisposiciĂłn o prejuicio respecto de cualquiera de las partes. c) Garantizar que las personas reciban un trato digno e igualitario. d) Ejercer sus funciones libres de interferencias. e) Comunicar al Consejo de la Magistratura de la NaciĂłn cualquier intento de influencia en sus decisiones por parte de poderes polĂticos o econĂłmicos, miembros del Poder Judicial, Ejecutivo o Legislativo, amistades o grupos de presiĂłn de cualquier Ăndole, y solicitar las medidas necesarias para su resguardo. f) Evitar que el clamor pĂşblico y el miedo a la crĂtica incidan en sus decisiones, y en ningĂşn caso deberán actuar en base a consideraciones de popularidad, notoriedad u otras motivaciones impropias. g) Evitar valerse del cargo para promover o defender intereses privados, transmitir ni permitir que otros transmitan la impresiĂłn de que se hallan en una posiciĂłn especial para influenciar. El proyecto que se eleva a consideraciĂłn del Congreso mantiene estas pautas de actuaciĂłn y agrega que su incumplimiento constituirá una causa grave de mal desempeño, además de las sanciones administrativas y penales que pudieren corresponder. Por otra parte, estoy creando el Consejo Consultivo para el Fortalecimiento del Poder Judicial y del Ministerio PĂşblico. A tal fin, he recurrido a juristas de reconocimiento tĂ©cnico indiscutido. Han sido sus sĂłlidos antecedentes acadĂ©micos y la experiencia enorme que individualmente acumulan, lo que me ha determinado a convocarlos y convocarlas a la tarea de repensar el funcionamiento de nuestro Poder Judicial y de nuestro Ministerio PĂşblico. Quiero agradecerles de corazĂłn, a todas y a todos, por haber aceptado mi convocatoria con total compromiso y de un modo generoso y desinteresado. Solo les pido me dispensen el permiso de expresar un especial y profundo agradecimiento para alguien que ha sido el maestro de muchos de nosotros. Gracias Profesor Enrique Bacigalupo por estar siempre dispuesto a colaborar en el mejoramiento de nuestra querida Argentina. Este Consejo que estamos creando deberá elevar a consideraciĂłn del Presidente, propuestas concretas sobre los temas que conciernen a una mejor administraciĂłn de Justicia. Analizar los problemas que se observan para el mejor funcionamiento de la Corte Suprema de Justicia de la NaciĂłn, del Consejo de la Magistratura de la NaciĂłn, del Ministerio PĂşblico Fiscal y del Ministerio PĂşblico de la Defensa en el ámbito nacional, será una condiciĂłn imperiosa para poder abordar las posibles soluciones. De ahĂ en más, los miembros del Consejo tendrán plena autonomĂa y libertad para recomendarme lo que crean conveniente. No existe en mi ánimo, contrariamente a lo que muchos han repetido, el deseo de condicionar la decisiĂłn de este Consejo Consultivo. SĂ© de las cualidades intelectuales de cada uno de ustedes y sĂ© que no estarĂan aquĂ si se sintieran limitados o limitadas a expresarse libremente. Yo quisiera que las recomendaciones que finalmente me brinden, sean parte del debate que estamos abriendo y se conviertan en las piedras basales de un nuevo sistema judicial que nuestra sociedad está demandando desde hace ya mucho tiempo y que lamentablemente nuestra democracia no ha podido construir todavĂa. He dedicado más de treinta años de mi vida a estudiar y a enseñar derecho. Por más que por momentos la realidad parezca contradecirme, estoy convencido de que la institucionalidad en la democracia moderna es una condiciĂłn necesaria para pensar el desarrollo. Ninguna sociedad avanza sin un servicio de justicia que solo responda a la necesidad de imponer la ley allĂ donde se ha quebrantado. No he llegado hasta aquĂ para defraudar a los alumnos y alumnas que me oyeron en las aulas de la universidad pĂşblica reivindicar la importancia de preservar las reglas del debido proceso. SĂ© que esas reglas se olvidan cuando en los tribunales entran a tallar intereses econĂłmicos o polĂticos. SĂ© que eso, precisamente eso, ha venido ocurriendo en parte de nuestra Justicia en los Ăşltimos años y no voy a ser yo el que se haga el distraĂdo frente a una situaciĂłn que daña la RepĂşblica. Este proyecto de ley que hoy presentamos es el resultado de meses de trabajo desarrollado con seriedad y objetividad. Esta ComisiĂłn que hoy estoy creando será la que me recomiende las mejores alternativas para que la Justicia funcione en su plenitud. De esas recomendaciones saldrán los proyectos de ley que el Congreso de la NaciĂłn deberá debatir. Ahora nos cabe a todos y todas la responsabilidad de avanzar en pos de esos objetivos. Una mejor democracia demanda del compromiso activo de los actores sociales y de la polĂtica. Soy un cultor del diálogo. Valoro el don de saber escuchar y de reflexionar sobre lo que escucho. Creo que vivimos un tiempo Ăşnico en el que una pandemia nos ha hermanado. Estoy seguro de que no es hora de imponer decisiones: es hora de que esas decisiones seamos capaces de construirlas en conjunto. Esa es mi convocatoria. Es hora de tener una justicia proba que solo estĂ© atenta a respetar y hacer respetar las reglas del Estado de Derecho. Una justicia sobre la que no influyan los poderes mediáticos, los poderes fácticos ni los poderes polĂticos. Si lo logramos, habremos fortalecido esta democracia que tantas deudas tiene para con los argentinos y las argentinas. Si lo logramos, tambiĂ©n habremos saldado una de esas deudas que la democracia argentina aun tiene con la sociedad.