43 (Adolfo R. Gorosito, 2016) – Antonio Gil nació en 1847 en Pay Ubre, (Provincia de Corrientes). Siendo joven se enamoró de una viuda que era pretendida por el comisario del pueblo, quien empezó a perseguir a Gil. Finalmente se encontraron en una pulpería, y el gauchito Gil le perdonó la vida. El comisario en vez de agradecerle lo acusó de “atentar contra la autoridad”. Antonio Gil huyó y se alistó en las tropas que luchaban en el Paraguay. Posteriormente fue convocado por el ejército federal para luchar contra los unitarios, pero Gil no quiso participar de los enfrentamientos entre compatriotas. Huyó junto a dos compañeros. , Un año después una partida militar lo encontró dormido bajo la sombra de unos espinillos. Los soldados le ataron los pies con una soga y lo colgaron de un algarrobo cabeza abajo. Dirigiéndose al que lo iba a matar el gauchito pronunció sus últimas palabras: “Cuando vuelvas a tu casa encontrarás a tu hijo muy enfermo, pero mi sangre llega a Dios. Juro que volveré en favores para mi pueblo” – enseguida el soldado le cortó el cuello, obedeciendo a la orden fatal que había recibido. Días después el verdugo llegó a su rancho y encontró a su mujer desesperada, porque el único hijo estaba muy enfermo. El soldado partió enseguida hacia la tumba de Antonio Gil, y le pidió la salud para su hijo. Cuando volvió a su casa al amanecer del día siguiente… ¡encontró al niño totalmente sano! El gauchaje le atribuyó al Gauchito Gil facultades especiales para interceder ante Dios a favor de los necesitados. Esa mezcla de historia y leyenda se expandió y llega hasta nosotros. El color rojo de la vestimenta del gauchito federal y de todos los objetos que lo vinculan se multiplica como exteriorización de la fe de sus a admiradores, heredada por vías de la tradición y del sentimiento. Según se cuenta sobre la muerte del ‘Gauchito Gil’, cuando entre cinco o seis soldados intentaron levantar el cadáver no pudieron hacerlo y reclamaron más ayuda. El peso de ese cuerpo se había multiplicado, misteriosamente. Es uno de los misterios que rodean al héroe convertido en leyenda. La generalizada devoción responde a rigurosos análisis de situación, o a la necesidad natural de creer en algo superior que signifique orientación o amparo
