18 (Adolfo R. Gorosito, abril 2024) – A primera vista se trata de conceptos opuestos e irreconciliables, porque la guerra es sinónimo de destrucción y muerte, y la espiritualidad significa la búsqueda de designios y destinos superiores, cualquiera sea el credo que aliente al ser humano. Deseo compartir mi modesto punto de vista. Con motivo de la reciente conmemoración de la gesta de Malvinas (42º aniversario) pensando en la situación extrema de los soldados argentinos, enfrentados desde su plena juventud a rigor del sacrificio personal, podemos recurrir a los testimonios que representan las cartas de aquellos valientes jóvenes compatriotas, en las que adelantan la dramática despedida y el último recuerdo de sus seres más queridos. En cada conmemoración – también antes y después – tenemos la oportunidad de indagar desde el más sano pensamiento el estado de ánimo de aquellos héroes, y creer con firmeza cuánto ha significado la espiritualidad en aquellas circunstancias trágicas, Es un privilegio para los compatriotas que permanecimos lejos del escenario bé.ico agradecer desde y para siempre esa distancia protectora. Al mismo tiempo pensar con auténtica fe en la espiritualidad que a nuestros héroes sostuvo entre el miedo y el amor a la Patria. Frente a la brutal verdad de los acontecimientos la recurrencia a los cimientos de la fe es auxilio imprescindible y reivindicador. La rara amalgama de GUERRA y ESPIRITUALIDAD es situación posible, y esperanzadora. Elevemos nuestras preces al Altísimo, pidiendo que los jóvenes criollos caídos en Malvinas estén en la Gloria celeste y blanca. Ellos merecen nuestro máximo reconocimiento y gratitud.
