0 (Adolfo R. Gorosito, abril 2025)- Acudió a mi mente una frase acuñada en siglos y conocida por los cuatro rumbos: “Todos los caminos conducen a Roma”, y según explicación universal alude a la imponencia de su riqueza arquitectónica y a su referencia histórica, que justifican el calificativo de “ciudad eterna”. Otra frase revolotea en la mente, mucho más fresca por supuesto, y que según la crónica pronunció el Papa en su visita a países asiáticos hace solamente algunos meses. Rodeado de representantes de otros credos Su Santidad Francisco (Único latinoamericano elegido por el Colegio Cardenalicio para el máximo cargo de la dignidad eclesiástica católica) formuló una invitación plena de generosidad y sabiduría estratégica: “Todas las religiones conducen a Dios”. Desde que leí la reproducción periodística estimé que se trata de un gesto sano, cordial, pleno de significado humanista. Sin embargo desató un despiadado ataque de supuestos defensores de la doctrina y sus interpretaciones seculares. Llegaron a tales extremos de intolerancia que tildaron al Papa Francisco de blasfemo, hereje, destructor de viejos cánones de fe. Tales infamias confundieron a millones de católicos en el mundo, y otros tantos no pudieron creer en tantos desvaríos.Seguimos creyendo en la intención ecuménica de quien ya no está entre nosotros sino desde la plenitud de sus mensajes y ejemplos de sencillez y de auténtica cardad cristiana.